Reinventarse es un concepto que está de moda. Básicamente significa estar atentos siempre a mejorar, a ser la mejor versión de uno mismo; pero hay que tener en cuenta que una persona puede re-inventarse voluntariamente o a la fuerza; por eso, sería prudente hacernos conscientes de ello e incluso guardar luto a aquello que se deja atrás. Algunas reinvenciones son muy obvias como por ejemplo, cuando se cambia de residencia, trabajo, pareja o estilo de vida; otros viene como consecuencia de un proceso interno, en todo caso, un cambio siempre causa estragos, independientemente de si son buenos o malos.
De lo que poco se habla sin embargo, es sobre el costo de la reinvención, uno de los más caros es el de no vivir en el pasado. Me resulta muy familiar el sentimiento de nostalgia ante una buena etapa, me he cachado muchos años presentándome con las credenciales de mis logros anteriores; me llevó tiempo entender que mi nuevo entorno no podía apreciar o sentir lo que para mí representó cierta época. Me he mudado varias veces y quizá lo más realista que he aprendido al respecto, es que no hay maldad en que las personas que dejas sigan con su vida, ni tampoco en que las nuevas no empaten con eso. Es como vivir muchas vidas. El problema surge cuando la nostalgia no nos deja avanzar, nos mantiene atrapados en esos momentos en los que quizá fuimos más guapos, más exitosos o más libres. No sólo nos sucede con cambios físicos, también nos pasa con etapas emocionales en las que sin darnos cuenta, de repente, somos una nueva versión de nosotros y extrañamos a la antigua.
Andrés Oppenheimer, editor, escritor y periodista co ganador del Premio Pulitzer y autor de siete best sellers, publicó en el 2010 el libro ¡Basta de Historias!: La obsesión latinoamericana con el pasado y las 12 claves del futuro. En él plantea que la obsesión con el pasado es la principal problemática en los países de América Latina, pues dichos gobiernos “ensalzan” a los héroes del pasado y sus logros, lo que los hace caer en lo que se define como una «pasión necrológica que consume gran parte de sus discursos políticos y la energía de sus gobiernos». Básicamente plantea que las naciones se enamoran de su pasado, aún cuando no era idílico. Dicho planteamiento me hace pensar que si un puñado de países se han vuelto expertos en idealizar el pasado, ¿qué nos esperamos los simples mortales para no estancarnos en las viejas glorias? No tiene nada de malo reconcer lo bueno que tuvo, en realidad estar orgullosos de nuestros orígenes no tiene nada de malo, al contrario, cada cosa que vivimos nos hace quienes somos, por lo que no abrazar nuestra historia sería el primer paso para nunca terminar de amarnos; pero voltear en demasiadas ocasiones nos imposibilita a dar lo mejor que tenemos, en otras palabras: la excesiva nostalgia paraliza el proceso de la reinvención.
Por otro lado, no siempre reinventarse es cambiar, es decir, a veces reinventarse significa regresar, es decir, quizá dejamos de hacer las cosas que nos gustaban, o cedimos en algunos anhelos por diferentes circunstancias, ¿qué tal si renacer o resurgir represente justo darnos permiso de retomar aquello que abandonamos? Y es que a veces retomar puede sentirse como volver a casa. La respuesta entre si reinventarnos es cambiar o volver habita en uno mismo. Nadie nos lo pueden resolver la encrucijada, es necesario conocernos, aceptarnos y con toda objetividad decidir qué se queda, qué se va y qué queremos de regreso.
En cualquier caso, para reinventarse de verdad, uno requiere humildad, de esa que hay que tener para haberse sabido bueno, pero no tanto como para no olvidar que cualquier etapa nueva requiere todo tu esfuerzo para que logre ser igual o mejor que la anterior. Me parece que en cualquier contexto lo que vale es lo que aprendimos, lo que sentimos, pero sobre todo, lo que haremos con eso ante la nueva realidad.
La buena noticia de plantearnos el tema de reinventarnos, es la flexibilidad que te da cambiar de piel cada cierto tiempo; darnos de permiso de aceptar esos cambios internos o externo nos permitirá sacarle provecho a uno de las mejores cosas que traen los cambios: los sobrevivientes a nuestras múltiples dimensiones, esas experiencias, familiares o amigos que siguen con nosotros a pesar de nuestras mutaciones; son así como los tesoros que se encuentran en las caras de nuevos seres o proyectos que también llegaron para quedarse.
Cada faceta que vivimos viene plagada de nuevas oportunidades, vale la pena explorarlas; voto por abrazar nuestro pasado, mientras no le permitamos robarnos el presente.