¡Aguas con las inundaciones emocionales!

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Hay personas o situaciones que nos sobrepasan, que se salen de nuestra inteligencia emocional y que en definitiva no logramos contener. Son como el agua que se desborda en una presa, le queremos poner límites, pero la fuerza de los sentimientos que los rodean son tan poderosos, que la presión que ejercen en nuestro corazón equivale a toneladas de agua y de pronto tenemos una inundación emocional. 

Las inundaciones emocionales suceden cuando la emoción parece superar a la razón y de pronto nos encontramos haciendo o diciendo cosas que estando más calmados no diríamos o haríamos; Daniel Goldman, autor de varios libros sobre la Inteligencia Emocional lo encuadra perfectamente: “El cerebro emocional responde a un evento más rápidamente que el cerebro pensante”; eso explica por qué reaccionamos en determinados momentos como lo hacemos. Aunque definitivamente hay personas con un autocontrol increíble, es muy común que las emociones tomen el control de nuestras acciones, y hay personas o situaciones que son como un catalizador, de pronto aparecen y nos inundamos. Una de mis mejores amigas me contaba que reunirse con un grupo de amigas que la violentaban emocionalmente, le causaba una tsunami emocional muy dificil de controlar,  el torrente de emoción, ansiedad, tristeza, frustración, enojo o desilusión se apoderaban de ella, siempre terminaba diciendo o haciendo algo que se salía completamente de su ser racional o terminaba renegando de su propia vida; estos eventos pueden sucedernos al rededor de diversas personas, incluso con nuestra pareja; enfrentarnos a ellos requiere de toda nuestra auto empatía, es decir, tenemos que empezar por ponerle nombre a eso que nos hace sentir determinada persona o situación, y luego, permitirnos sentirlo, porque en ocasiones las inundaciones suceden porque pretendimos que no estaba lloviendo, no aceptamos que empezó a tronar el cielo, ni tampoco impermeabilizamos, así que cuando el agua empieza a entrar por todos lados, ya no podemos contenerla sino hasta que pasa la tormenta. 

Una de las sensaciones más molestas ante situaciones así, es la frustración que nos causa no habernos podido controlar, pareciera que la fuerza que hemos acumulado se desvaneciera o no fuera suficiente. Esta sensación va completamente en contra de lo que creíamos que teníamos dominado, y nos desarma en la lucha para mantener la calma y alcanzar la objetividad. Pero ¿cómo podemos controlarlo?, es más, ¿se puede?, yo creo que hay que saber elegir nuestras peleas emocionales, si notamos que algo se sale claramente de nuestro control y no es absolutamente necesario que nos expongamos a ello, ¿para qué mantenernos ahí?, como mi amiga con sus amigas; pero en muchas ocasiones, no podemos simplemente salirnos de la ecuación y abandonar la relación. Recientemente por ejemplo, discutía con mi hermano, la conversación se salió de control porque abordamos un tema sobre el que jamás hemos estado de acuerdo, tanto él como yo nos desbordamos y nos volvió a pasar que al tocar ese tema no descontrolamos; es justo en esos momentos en los que nuestra inteligencia emocional resulta crucial. 

En su libro sobre la inteligencia emocional, Goldman explica que hay que recordar lo que actuar de cierta manera nos hizo sentir para no repetirlo si la sensación no fue positiva; siguiendo con el ejemplo de mi hermano, hubiera sido muy útil recordar que la última vez que discutimos, me sentí terrible de haber sido grosera con él a pesar de creer que yo tenía la razón; moraleja: pude haber sido más amable sin soltar mi posición. Y es que si nos damos el tiempo de ponerle nombre a lo que nos hace sentir cierto momento o persona, podemos trabajar para evitar llegar a ese sentimiento. 

Por difícil que parezca, podemos elegir qué emociones o sentimientos ponemos en nuestro corazón, es una mentira que los demás lo hacen, claro que podemos enfrentarnos a quienes nos quieran herir o a quienes sin quererlo, de todas formas nos hieren, pero tomarse la pastillita de ese sentimiento negativo está completamente en nuestras manos. Evidentemente no es fácil, pero la forma más fácil que he encontrado al respecto, es ver ese comentario, hecho o actitud  doloroso del otro hacia mí, como un ofrecimiento al que me puedo negar; es decir,  si alguien me ofrece un vodka, siempre diré que no porque no me gusta, o si alguien quiere regalarme una pitón, también diré que no porque no soy fan de los reptiles, – independientemente de cuál sea el móvil del ofrecimiento-; es lo mismo cuando los eventos o personas nos superan, siempre podemos decidir no egancharnos. ¡Lo tendré en cuenta en la próxima discusión con mi hermano!

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