Nuestro Éxito no Sólo es Cuestión de Suerte

Hace poco escuché sobre el síndrome del impostor. Es cuando nos sentimos fuera de lugar, como si pese a todo lo que hacemos para estar ahí, no logramos encajar, pero ahí estamos, se da tanto en lo profesional como en lo personal, a este fenómeno se le denomina “del Impostor”, no porque la persona quiera engañar al resto, sino porque se siente como si lo hiciera. 

Me ha pasado varias veces, desde estar frente a grupo social, hasta presentarme a altos ejecutivos; por eso me pareció sanador descubrir que esa sensación de inseguridad de no estar a la altura de las circunstancias no sólo es normal, sino que también le pasa a personas con gran éxito. Mike Cannon-Brookes por ejemplo, es un multimillonario australiano, cofundador y codirector ejecutivo de la empresa de software Atlassian, en su discurso para TEDTalks en el 2019, expresó que muchas veces se siente como si no supiera lo que está haciendo, por lo que define al síndrome como “la sensación de no estar a la altura, a pesar de estar dentro de alguna situación, porque internamente uno sabe que no tiene la capacidad, la experiencia o la calificaciones suficientes para estar ahí”. Distingue también que “no se trata de tener miedo a la situación en sí, sino al de “ser descubierto”. Me pregunto ¿qué es lo que nos da más miedo: no sentirnos lo suficientemente preparados o que los demás se den cuenta que nos sentimos así?  Esto también nos puede suceder en otros espacios, como cuando acudimos por primera vez a un lugar, o cuando salimos con alguien que nos atrae; cuando nos rodeamos de personas más preparadas o cuando nuestros hijos y alumnos hacen preguntas para las que no tenemos respuestas. A veces puede ser tan fuerte la sensación de no ser tan capaces como todos creen, que terminamos renunciando o bajando el ritmo; por eso me parece importante hablar de que no sólo es común sino que, por más experiencia o confianza que acumulemos, es normal que nos sintamos inseguros de vez en cuando. Como en otros temas, pienso que es liberador cuando aceptamos que no somos infalibles y cuando sabemos que no somos los únicos. La Dra. Valerie Young, conocida por sus estudios sobre el síndrome del impostor y autora de varios libros, expresa lo sorpresivo que fue observar que otras personas también lo sienten: “conocí a esta gente, había estado en clase con ellos, había enseñado junto a ellos, había leído su trabajo. Para mí, eran personas inteligentes, articuladas y sumamente competentes. Saber que incluso ellos sentían que estaban engañando a otros sacudió mi mundo”. Sus estudios terminaron arrojando que “siete de cada diez personas lo han sufrido alguna vez en su vida”. Si fuéramos menos duros para juzgar a otros, o menos veloces en etiquetar, quizá todos nos sentiríamos más cómodos siendo menos expertos. A fin de cuentas, tener esa sensación de no saberlo todo, nos obliga a movernos para alcanzar ese estado de confianza que únicamente trae la práctica.  

En relación al síndrome del impostor, uno de los síntomas que más llama mi atención es el de asumir que nuestro éxito ha sido cuestión de suerte, y no de un arduo trabajo: pero la verdad es que difícilmente uno aparece frente a un lugar u oportunidad como por arte de magia, tuvimos que haber dado algunos pasos para llegar ahí; tenerlo en cuenta nos ayudara a creérnosla. Re-evaluemos nuestra confianza –hagamos como el mago que se empieza a creer que es mago desde que se pone su capa y sombrero–, para luego dejar que todo lo que hicimos para llegar ahí, nos permita realizar nuestros actos con maestría.

No somos menos valiosos por sentirnos abrumados ante ciertas circunstancias, a la sensación contraria, a la de estar muy cómodos, a la de dejar de sentir mariposas en el estómago… ¡a ésa sí hay que tenerle miedo!

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