Así como atesoro mi país, y me considero una ferviente defensora de la cultura mexicana, también formo parte de los muchos mexicanos frustrados porque a pesar de lo rico que es México, no florece. Siempre que me toca viajar al extranjero, pienso en lo afortunados que somos: países y lugares de ensueño, comida incomparable, gente cálida, clima excepcional y un bagaje cultural ancestral; México no le pide nada a ningún país del mundo, y sin embargo, vivimos entre los abusos, la falta de oportunidades y la pobreza que aquejan a la mayor parte de nuestra población.
Como mamá de 3 hijos, me enoja que para abrirles el mundo y acercarlos a una calidad de vida más justa y en proporción a su trabajo,quisiera que mis hijos busquen oportunidades fuera de México; ¡ojo! no digo que sólo llendote de éste país te pueda ir bien, para nada; la vida de la que hoy goza mi familia es privilegiada, sin embargo, como mexicanos trabajadores que somos su papá y yo, somos conscientes del robo de nuestros impuestos por parte de nuestras autoridades y del impacto que éste tiene en las calles, escuelas, atención médica y planes de vejez; me enoja que paguemos tanto y no se vea reflejado en el estilo de vida de la gente. Como ejemplo un botón, mi hija está cursando su primer año de HS en EU, al ir a inscribirla (sin costo alguno por su puesto), nos dieron útiles, mochilas y libros de la mejor calidad, el colegio se hará cargo de pasar por ella, y de darle de comer, y por si fuera poco, nos mostraron desde el día 1, cuál es el plan de materias, así como sus créditos para cursar los 4 años de preparatoria, no sin antes explicarnos que su principal labor es ayudar a nuestra hija a encontrar su camino y que elija más adelante lo que quiere hacer. Salí agradecida de poder acercarla a esta experiencia, y molesta porque mi país nos queda mal en tantas cosas… Por si fuera poco, vivimos con tanto miedo que creemos que es normal temer que nuestros hijos salgan solos a la calle, hemos normalizado tanto la delincuencia, que es parte de nuestra cultura temer por nuestra seguridad, pero NO, no es normal vivir con miedo.
En este mes de septiembre que celebramos con tanto ahínco nuestra independencia, me pregunto si algún día veremos nuestras calles limpias y sin baches, ¿algún día disminuirá el desempleo o se hará más corta la brecha entre la pobreza y la riqueza? Francamente me parece más un sueño guajiro que una realidad cercana; pero no hay que confundirse, no por eso, no amo mi país, no por ese enojo que siento doy menos en mi trabajo o pago mordida porque “eso es lo que se hace”, me interesa transformar esa profunda decepción en el motor que me impulse a mí y a mi familia, a querer más y mejor, en hacer más y mejor las cosas.