Nuestras Antenas sí Funcionan

Frecuentemente pensamos que todo sucede por algo. Damos gracias, a lo que sea en lo que creemos, por habernos dejado vivir aquellos eventos que resultaron de gran aprendizaje; lo que no nos gusta, recordamos, es que los susurros y las señales que hubo previo al tsunami, sin duda nos indicaron que ese no era el camino. El problema fue que no los escuchamos. 

Hace meses escribí en este espacio una entrada titulada: “Que Nada Apague tu Voz Interior”; ahí expresaba lo importante que es saber distinguir nuestra propia voz de la de los demás, pero ¿qué pasa cuando nadie nos vicia el juicio?, me refiero a cuando escuchamos un leve susurro que nos indica que por ahí no va el camino; puede que nos diga que esa relación no nos conviene, que nos estamos dejando llevar por el ego, que no tomemos esa última copa, que no digamos eso porque ofende, que no nos burlemos de aquello porque hiere o que no sigamos intentándolo. Nuestra conciencia, Dios, intuición, voz interior –como sea que le llamemos a ese llamado–, nos alerta de hacer ciertas cosas, pero en muchas ocasiones decidimos no hacerle caso. Aunque no nos guste, afortunadamente el volumen aumenta, lo va haciendo de forma sutil, se empiezan a presentar situaciones complicadas o desfavorecedoras, y si continuamos sin escucharlo, ese llamado finalmente va a retumbar en una crisis. Muchísimas cosas en la vida están totalmente fuera de nuestro control, pero hay cosas que se nos escapan por no estar atentos a todas las señales; entonces nos convencemos de que eso era lo que “debía pasar para que aprendiéramos”, estoy de acuerdo, de todo aprendemos, nuestros errores y aciertos nos hace quienes somos, pero si aprendiéramos a escucharnos, nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza, y se los ahorraríamos a los demás. El problema es que el miedo, la culpa, la presión social y en especial la desconexión que tenemos con nosotros mismos, hacen que hagamos caso omiso de esos susurros. Definitivamente no podemos vivir confinados en los pozos de los malos momentos y claro que es importante aprender y abrazar la lección, pero es también necesario admitir que sabíamos que ése no era el camino y lo tomamos de todos modos; me parece que de este modo no sólo aprendemos de lo vivido, sino aceptamos que somos nosotros quienes siempre sabemos cuál es la ruta.

Entonces, ¿por qué dejamos de escucharnos? Estoy convencida de que una de las razones por las que no conectamos con esta voz, es porque nos hemos alejado de nuestro lado sensible; puede ser porque nuestros padres, amigos o parejas no forman parte de este proceso y seguimos buscando su validación; puede que tengamos figuras extremadamente autoritarias, o que las relaciones que fomentamos estén mucho más basadas en el deber ser que en el sentirse bien; en todo caso, siempre hay tiempo de volcarnos hacia nuestros rincones más profundos, siempre hay tiempo de echarnos un clavado a esa parte donde guardamos los más profundos miedos y tristezas, ahí también es donde creamos y donde conectamos con nosotros mismos; es en ese lugar donde proviene nuestra intuición.


Este “sexto sentido” se ha plasmado en personajes como el Chapulín Colorado, quien en presencia de los malos afirma: «Mis antenitas de vinil detectan la presencia del enemigo«. No es el único, en el sitio All You Need is Biology, se afirma que “las antenas les permiten a los insectos recabar información acerca de fuentes de alimento, parejas potenciales, enemigos, sustancias peligrosas, lugares donde anidar o rutas migratorias”. Así nos pasa a todos, aunque las nuestras no se vean, ¡nuestras antenas sí funcionan, hay que hacerles caso!.

Miembros

No te pierdas ninguna publicación.