Una de las cosas que más disfruto es bailar. Hay pocas cosas que me divierten más; me encanta desde el ritmo, hasta lo que hay alrededor: amigos, familia, tequila, luces y fiesta. Bailar en solitario es una chulada, -nos recuerda que el amor empieza con el que nos tenemos a nosotros mismos-; pero bailar en pareja tiene un encanto particular, no hay nada como saber la intensión del movimiento de tu pareja y no perder el paso; moverse entre vuelta y vuelta para mirarse de pronto, le da sentido a ponerse unos tacones de aguja.
Si la vida se tratara de una pista de baile, a veces el amor baila a destiempo. Todos conocemos historias en las que pese a haber habido amor, la relación se terminó; la literatura y el cine están llenos de ellas. También puede que estemos genuinamente enamorados y aún así no logremos la armonía en la relación. O que el interés de uno no suceda al mismo tiempo que el del otro. Es como si no termináramos de encontrar el ritmo; sabemos que queremos bailar juntos, pero uno pisa al otro, nuestros brazos se enredan, hacemos pausas de pronto, perdemos los tiempos y terminamos agotados y frustrados porque pese a nuestros esfuerzos, no fue divertido. Mi teoría es que esto pasa por dos razones: la primera es porque nos hemos enfrascado en una batalla sin sentido en la que la meta es parecer más atractivos o más “fuertes”; no demostramos lo que sentimos, no respondemos rápido ni llamamos porque tenemos la creencia que el amor es una cacería donde hay que encontrar el punto exacto entre cazar y ser cazado. Y la segunda razón tiene que ver con que creemos que el amor es suficiente y no es así; el amor no es suficiente, hacen falta muchas otras cosas para mantener la llama del amor. No digo que amar no sea la base, por supuesto que lo es, cualquier relación de pareja sin amor es una bomba de tiempo; lo que digo es que podemos encontrar el amor o incluso sentirlo con fuerza, y aun así perderlo; si el amor bastara, muchísimas menos parejas estarían separadas. He tenido interesantísimas conversaciones al respecto, y pienso que el problema es que le damos demasiado peso al pobre amor, que si bien es uno de los sentimientos más fuertes, no puede con todo…necesita ayuda. Todas las parejas pasan por momentos donde se pierde el ritmo; justo ahí es donde el amor necesita aliados: ¡Que pasen la empatía, la paciencia y la tolerancia!, ¡que vengan la alegría, la complicidad y la constancia! y ¡que se instalen la certeza y la valentía!.
El Dr. Gottman lo simplifica en su libro: Siete Reglas de Oro para Vivir en Pareja, a través de una investigación científica sin precedentes en relación a la vida en pareja, señala que “los 4 Jinetes del Apocalipsis son la crítica, el desdén, la actitud defensiva y la actitud evasiva”. No puedo estar más de acuerdo, qué daño puede hacer por ejemplo la «actitud evasiva”…si uno no está atento a los movimientos del otro, el baile no fluye, en la vida diaria se llama estar presente. En la misma obra, Gottman afirma que “de la misma forma que se puede aprender a ser emocionalmente inteligente, una pareja puede aprender la habilidad para impedirle a los pensamientos y sentimientos negativos sobre el compañero ahogar a los positivos”. Y es que si sentimos que hemos encontrado a nuestra pareja de baile, vale la pena “echarle ganitas” para seguir bailando, de no hacerlo, quizá pasemos por el arrepentimiento o la nostalgia de no haber preservado ese amor.
En todo caso, habría que tener claro que existe la posibilidad de que habrá momentos en los que sí bailaremos a destiempo; que eso no nos asuste o desaliente, porque para seguirnos el paso, hay que practicar; lleva tiempo no pisarse o tropezar. También es pertinente reconocer que no cualquiera se queda, nos sabe leer o quiere esperar; en esos casos, no vale la pena forzarlo, porque el amor que encuentra la forma de bailar hasta el amanecer es porque está presente y atento a las señales del otro.
Puede que no siempre sea fácil, pero ¡qué bonito resulta cuando la música no deja de sonar y ninguno de los dos quiere parar de bailar!.
