
¿No es optimista afirmar que si la vida te da limones, hagamos limonada? Alude que todo lo que venga tendrá su lado positivo y que hay que sacarle jugo a cualquier situación. No hay duda que todo evento negativo tiene su dosis de aprendizaje o varias oportunidades, sin embargo, a veces el limón es agrio, no alcanza ni para un vaso de jugo o de plano ésta no fue su temporada. Quiero decir que sí hay malos momentos y con ellos tal vez aparezca la desilusión. ¿Por qué no llamarla por su nombre aun cuando podamos aprender de ella?.
El 2020 fue en muchos sentidos, un año de desilusiones, recuerdo que ante la aparición del COVID19, cualquier sentencia que dictase que el virus impediría que el mundo entero hiciera su vida normal me parecía un tanto paranoica. De pronto las mascarillas empezaron a ser parte de nuestro outfit y cargamos el gel desinfectante a todos lados; los niños salían con caretas y los cines, las plazas comerciales y los parques de diversiones se quedaron en solitario mientras las camas de hospital no alcanzaban. Los más letrados u observadores, sabían que la nueva normalidad era el objetivo a alcanzar, que los tiempos de los grandes conglomerados y fiestas masivas tendrían que esperar. A otros mortales nos tomó tiempo aceptar que efectivamente, tendríamos que reescribir las reglas. Tristemente para muchas personas no fue época de limones o limonadas; el cierre de negocios, pérdidas humanas o el desempleo no tardaron en aparecer; no se trata de ser fatalistas, pero a veces el excesivo optimismo nos bloquea el juicio e impide que avancemos; creo que ser realista no necesariamente es significa ser pesimista. El realismo nos permite darnos cuenta de que por ejemplo que está lloviendo y hace frío, por lo que si salimos de casa, llevaremos sombrilla y chamarra; nos puede gustar la lluvia, incluso podemos vender impermeables, pero negar la realidad pensando que por hacerlo saldrá el sol no parará el aguacero. Siendo realistas, el 2020 nos dejó mal parados, un tanto aislados y con un sentido de incertidumbre con el que nadie terminó de acomodarse. Sin embargo, aparecieron los héroes: médicos, maestros, enfermeras, transportistas, operadores, despachadores, voluntarios etc…quienes desde sus trincheras se aseguraron que fuéramos atendidos, educados o abastecidos, ellos nos enseñaron que el mundo no se detiene a pesar de las pandemias y que hay cosas para las que no hay fronteras. La humanidad se enfrentó irrefutablemente a que no existen razas o religiones que dividan o salven a unos sobre otros; quedó clarísimo que las acciones de cada uno están intrínsecamente ligadas al bienestar de todos. Este realismo/optimismo se ve reflejado en la Encuesta Expectativas aplicada por el Periódico Reforma en cuanto a lo que la gente de la CDMX espera del 2021; “el 40% sí pondría un negocio pese a la incertidumbre y alrededor del 70% cree que puede obtener un mejor empleo o encontrar uno de no tenerlo”, estos datos comprueban lo optimistas que podemos ser ante un futuro incierto; pareciera puro optimismo, pero al mismo tiempo “el 51% no espera que en el 2021 se pueda regresar a la normalidad sin la sana distancia aún con el arribo de la vacuna”. Parece que el saldo del 2020 fue una bofetada de realismo, 3 toneladas de humanidad, 100 kilos de esperanza y muchos huevos para enfrentar el futuro que sigue sin ser claro.
Afortunadamente, los seres humanos contamos con un recurso que nos hace únicos e irrefutablemente distintos a los otros animales del reino: la imaginación. Uno de los mejores libros que he leído se titula De Animales a Dioses, su autor, el Dr. Yuval Noah Harari, realiza con maestría una breve reseña de la historia de la humanidad donde expone que la diferencia entre cualquier especie animal y nosotros, se ubica en el plano colectivo por lo que afirma que “los humanos son los únicos animales que puede cooperar tanto en masa, como en forma flexible” es por eso que en nuestras sociedades existen formas tan variadas como interesantes de vivir; también es gracias a ello, que podemos adaptarnos a cualquier entorno, pero también es por esa razón que somos capaces de cooperar en masa aún cuando no tengamos vínculos cercanos con los individuos con los que requerimos hacer sinergia. ¿Por qué podemos cooperar así?, porque podemos imaginar y la imaginación ha permitido que inventemos desde religiones y contratos, hasta redes complejísimas de logística para la entrega de vacunas. Resulta entonces que el realismo habita dentro de nosotros, pero coexiste con la imaginación que nos permite crear lo que queramos, -por eso dominamos el mundo-; con esto en mente, y haciendo equipo, podremos enfrentar cualquier reto.
Retomando las limonadas, creo que aprender a conservar el equilibrio entre el realismo y el optimismo es importantísimo para poder crear, no se trata de andar por el mundo de forma derrotista; al contrario…siempre hay una esperanza; pero aceptar que no hubo limones, nos hará mirar a los lados, levantar los escombros, sacudir las manos y notar con toda fe que ¡están por llegar los mangos!.