El Piquete no Creó a Spiderman, fué Peter Parker

Spiderman adquirió sus superpoderes a través del piquete de una araña. Pero tanto en el cómic original, como en casi todas las versiones de las películas, que la telaraña saliera de su muñeca, no venía con el paquete, Peter Parker lo ideó. Así nos pasa a nosotros, para de verdad sacarle jugo a nuestro potencial, debemos usar nuestros talentos.  

Me encanta la analogía de Spiderman porque muestra que no es suficiente que “cósmicamente” se nos provea de ciertos elementos; tampoco es suficiente que nos desarrollemos intensamente, porque la verdadera diferencia será lo que decidimos hacer con esa mezcla. Parker era un tipo tímido, pero muy listo, cuando tuvo la suerte de ser picado por la araña, le llegaron por default la musculatura, el sentido arácnido y la habilidad de aferrarse a las superficies; sin embargo, las escenas más famosas del personaje, son en las que se balancea por los aires pendiendo de la telaraña gracias a un dispositivo que no trajo la mordedura. ¿Cómo se vería caminando o tomando el metro?, seguramente no nos atraería, por eso Stan Lee lo dibujó “volando”. Es un hecho que las oportunidades nos tienen que encontrar listos; si Peter no hubiera aprovechado las clases de ciencia, el piquete no le hubiera permitido suspenderse; pero tristemente, en ocasiones tardamos demasiado en decidir aprovechar nuestro potencial,  o simplemente nos conformamos a pesar de saber que podemos más, por lo que ciertas oportunidades no las alcanzamos a potenciar. Supongo que esa falta de determinación viene como consecuencia de lo poco que nos conocemos en ciertas etapas de nuestra vida, del ruido ensordecedor de lo que nos rodea, de nuestra apatía, de la miopía para reconocer un buen momento, o de de un entorno poco alentador. Porque tal como afirmaron Treffinger y Feldhusen: “los talentos emergen y crecen evolutivamente, y para algunos no llegan a emerger porque no se produce una adecuada estimulación en la escuela y la familia”.   Pero también es cierto que a veces le tenemos miedo a nuestro propio poder y decidimos dejar de alimentarlo porque es “más cómodo”. Aunque trabajé durante mi carrera universitaria, mi primer trabajo “formal” lo obtuve inmediatamente después de haber concluido la Universidad; mi puesto sería el de ser asistente de la directora de un prestigiosa Universidad Virtual, cuando mi futura jefa me citó para darme la noticia me dijo: “sé que puedes ser mucho más, pero por ahora necesito una mano derecha”; honestamente estaba feliz con mi trabajo, conforme pasaron los meses, me promovió  y fue ¡ahí fue donde sentí miedo!. No me sentía a la altura de las circunstancias, así que comencé a dudar de mi talento y de mi habilidad para enfrentar el reto; estaba claro que sufría del Síndrome de Impostor, -que para entonces era totalmente desconocido para mí-. También estaba claro que mis habilidades adquiridas hasta entonces, habían sido suficientes para estar lista para el momento en el que llegó la oportunidad, pero no serían suficientes para el nuevo camino por recorrer. Entendí que sacarle provecho a nuestros talentos conlleva una serie de auto descubrimientos y mucha fuerza para distinguir entre seguir esas voces que llevamos dentro; o no hacerles caso,  porque a veces éstas no son alentadoras. Pero la mayor certeza provino del hecho de que da igual lo talentosos que seamos, si no fomentamos nuestras habilidades. En el estudio sobre el desarrollo del talento, la Universidad de Navarra explica que  “la aparente facilidad con que algunas personas con talento desarrollan sus capacidades no nos debe hacer olvidar las horas de trabajo y esfuerzo que fueron necesarias para alcanzar ese nivel”

Retomando a Parker, dedicó horas de práctica a desarrollar la red; y otras muchas más en poder pender de ella. Claramente su éxito no provino de un simple golpe de suerte. 

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