Queridas emociones y amados pensamientos:
Este año se me ocurrió escribirles para contarles sobre mí, porque a veces, aunque ustedes son grandes compadres, se ve que no logro comprender la forma en la que se comunican. Les cuento que en ocasiones la discrepancia entre sus opiniones me confunde, a veces pienso una cosa y siento otra; y aunque un lado de la ciencia dice que primero pensamos y luego sentimos, la verdad es que no siempre me resulta obvio ese orden; es más, yo hubiera jurado que nos movemos más por emociones que por pensamientos; en fin, esa es la cosa: que es confuso.
Lo que es un hecho, es que ustedes dos mandan en mi día día, controlan mi cuerpo, mi colitis y hasta mi forma de enfrentar las situaciones que se me van presentando. El punto es que me llevó mucho tiempo admitir que su relación me dejaba un tanto ajena porque de cierta manera los separaba de mí, es decir, me refería a ustedes como entes que me gobernaban, no fue sino hasta muy poco que descubrí que soy yo quien les da el control que tienen, hasta ahora veo que soy yo la que necesita buscar herramientas que los mantenga a ambos en dónde yo necesito y quiero.
Sin embargo, aquí entra otra paradoja, no puedo controlarlos, ni siquiera aceptarlos, si no los reconozco, ¿cómo controlar algo que no podemos ni nombrar?, por eso , he entendido que necesito ponerles nombre tanto a mis pensamientos, como a mis emociones. También he comprendido que no sirve de nada ignorarlos, porque a veces sé cómo se llaman, pero como me duele, o parece que no se qué hacer con ustedes, se me hace fácil “fingir demencia” y hacer como si no existieran,- como la infantil ley de hielo-, lo veo, ahí están, pero no le dirijo la palabra. Lo que quiero decir es que resulta irónico que para poder lidiar con su presencia en mi vida, haya que nombrarlos y tomar acción al respecto, lo que no es lo mismo que quererlos controlar, a veces, resulta necesario todo lo contrario: sentirlos.
En todo caso, el arribo del Yoga en mi vida me llevó a encontrar el camino inesperado del manejo de ustedes dos en mi vida: aprendí a respirar. Increíble que la respuesta estuviera en la acción más básica y primitiva del ser humano, sin respirar morimos, pero aprender a hacerlo de forma consciente me permitió conectar los puntos como dicen por ahí y lograr el equilibrio entre lo que pienso, siento y vivo.
Me despido en paz y lista para vivir a plenitud gracias a la certeza que me da la fusión de estar plenamente consciente y gratamente emocionada. Gracias emociones y pensamientos por haberme confrontado para buscar respuestas. Gran lección de vida: siempre estuvo ahí, el super poder para sentirme mejor, para vivir en paz, para aceptar, para estar presente, para lidiar con la luz y la sombras, siempre estuvo ahí. ¡Qué revelador!