Todos nos vamos a morir y ¡está bien!

Abrazar la Realidad es soltar el control

Todos nos vamos a morir. Es un hecho tan inevitable como el ciclo de la vida misma, pero para muchos, solo la idea de pensarlo provoca miedo, angustia o incluso rechazo. Y es normal: nuestra cultura ha construido barreras alrededor del tema de la muerte, tratándola como algo de lo que debemos huir o evitar a toda costa. Sin embargo, es un excelente punto de partida para aprender a aceptar nuestra realidad, otro elemento clave para disfrutar nuestro presente. 

La Negación de la Muerte: ¿Por qué Nos Asusta?

Desde el momento en que nacemos, todos sabemos que la muerte es inevitable, pero aceptar esa realidad es un reto emocional. Me parece un claro ejemplo de que las cosas pueden ser tan concretas y a la vez tan abstractas que nos cuesta reconocer que las emociones influyen en todo lo que hacemos (o no hacemos).  

Aunque la certeza de nuestra mortalidad está siempre presente, nos arrasan diversas emociones al respecto: el miedo a lo desconocido, en realidad, nadie sabe concretamente qué sucede después de la muerte  y los seres humanos tienden a sentir miedo ante lo que no pueden comprender o controlar. Aunque entendemos intelectualmente que morir es parte del ciclo natural de la vida, emocionalmente nos cuesta enfrentarlo. Sin duda la muerte desafía el deseo de permanencia y control​, nadie sabe cómo va a morir o cuándo; además, nos cuesta tanto lograr lo que logramos, que soltarlo nos parece insoportable. La muerte simboliza el fin de la existencia y, para muchos, es un desafío a nuestro deseo de permanencia​. 

Aceptar lo Inevitable

El tema me causa curiosidad, no porque esté obsesionada con la muerte, sino porque me pregunto ¿por qué nos cuesta tanto aceptar la realidad?, ¿qué más real que la vida tiene un fin? y aún así nos resistimos, ¿qué podemos esperar entonces sobre aceptar situaciones menos radicales? 

La incapacidad de aceptar las cosas tal como son es un fenómeno que va mucho más allá de la muerte. Eckhart Tolle dice en su obra El Poder del Ahora : “La vida te dará la experiencia más útil para la evolución de tu conciencia. ¿Cómo sabes que es la experiencia que necesitas? Porque es la experiencia que estás teniendo en este momento”. En otras palabras, nuestra resistencia a la realidad nos hace sufrir, y ese sufrimiento viene de la discrepancia entre lo que es y lo que deseamos que sea. El filósofo Arthur Schopenhauer compartía una visión similar, afirmando: “El hombre puede hacer lo que quiera, pero no puede querer lo que quiere”. Su reflexión apunta a cómo la voluntad humana choca constantemente con la realidad; aunque deseamos cambiar lo que es, muchas veces no tenemos el control para hacerlo. Esta lucha interna nos genera angustia.

Además, en el campo de la psicología, Carl Jung reconoció la dificultad del ser humano para aceptar la totalidad de la vida, diciendo: “Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma”. La aceptación es vista como un paso fundamental para liberarnos del peso de resistirnos a la vida tal como es. Cuando negamos lo que sucede —ya sea la muerte, el fracaso o el dolor—, quedamos atrapados en un ciclo de sufrimiento, incapaces de evolucionar emocionalmente. El Budismo también enseña que el sufrimiento surge cuando nos aferramos al deseo de que las cosas sean diferentes a como son. En su enseñanza sobre el dukkha (sufrimiento), Buda argumenta que todo en la vida es impermanente, y solo al aceptar esta verdad podemos encontrar la paz.

Entonces, cuando pienso en nuestra dificultad para aceptar lo inevitable, ya no solo hablo de la muerte. Hablo de esos pequeños rechazos diarios: los cambios inesperados, los fracasos que no planeamos, las relaciones que no prosperan, las expectativas que no se cumplen. Nuestra tendencia a resistir la realidad está profundamente ligada a nuestra percepción de control. ¿Cómo aceptar algo que no podemos cambiar?

Dejar de pelear contra la realidad

Es increíble cómo, a menudo, nos encontramos en una batalla inútil contra la realidad, deseando que todo a nuestro alrededor se acomode a nuestras expectativas. Por ejemplo, queremos que nuestra pareja deje de ser tan reservada, que sea más expresiva porque nos sentiríamos más cómodos si compartiera sus sentimientos como nosotros lo hacemos. Con nuestros hijos, deseamos que tomen decisiones que coincidan con nuestras ideas de éxito, que estudien algo más “útil” o que vivan una vida diferente a la que ellos han elegido. Y con nuestros amigos, nos frustramos cuando no actuar de acuerdo con lo que creemos que deberían hacer, pensando: “Si tan solo me escucharas más” o “Si hicieras lo que te digo, todo iría mejor” .

Pero todo esto es absurdo, ¿verdad? Es como querer que una rosa, con su belleza única y su esencia inmutable, se transforme en un clavel solo porque preferimos las flores que crecen en ramos de claveles. La rosa no se va a convertir en otra cosa solo porque a ti te gustan más los claveles. Exigir que algo o alguien sea diferente de lo que es, porque nos haría sentir más cómodos, es una pelea sin sentido que solo nos lleva al sufrimiento.

Esta lucha no solo la proyectamos hacia los demás, también la dirigimos hacia nosotros mismos. A menudo, no aceptamos quienes somos y pasamos la vida deseando ser alguien diferente, quizás más extrovertido, más exitoso, más seguro de sí mismo. Nos decimos cosas como “Si yo fuera más valiente” o “Si yo fuera más atractivo” , como si eso pudiera cambiar algo. Pero intentar cambiar nuestra esencia es tan infructuoso como esperar que el sol deje de salir por el este.

Aceptar es dejar de pelear con la realidad tal cual es. No es resignación, tampoco es darse por vencido, es reconocer lo que no se puede cambiar y vivir en consecuencia, sin quejas, juicios ni enojos inútiles.

Porque sí … .todos nos vamos a morir ¡y está bien!. Así de frío y real es. Abraza la verdad y sigue adelante, aún nadie sabe cómo revertir el tiempo, así que un día, quizá cuando menos te lo esperes, dejaremos este plano y seguramente eso también sería visto como una tragedia si nos pasamos años desperdiciando el tiempo en quejas y malestares ante lo inalterable.  ¿Qué te diría a tí mismo cuando al final de tu vida te cuestiones por qué perdiste tanto el tiempo? Vive y deja vivir. Punto. 

Fuentes:

  • Schopenhauer, Arthur: «El hombre puede hacer lo que quiera, pero no puede querer lo que quiere».
  • Jung, Carl: «Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma».
  • Buda, Enseñanzas sobre el dukkha(sufrir

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