Me negaba a creer que todo me estresa

Hola desde la última semana de Febrero:

Hablemos del estrés; si estás leyendo esta carta sabes que es un formato que decidí incluir en mis blog, así que aquí va:

En la recta final del taller para padres titulado: “Crecer sin Estrés”, me cuestiono: ¿qué me estresa? Mis hijos adolescentes dicen que todo (me niego a creerlo) Mi marido dice que me pienso de más y mi papá me ha dicho mil y una veces que me relaje (que es lo mismo a que me ve estresada); quizá por eso entré en el yoga y la meditación: porque en el fondo sé que nunca había tomado acciones concretas que me liberaran del estrés.

En el taller fue interesante elegir con qué empezar y decidí que un buen punto de partida sería el identificar el nivel de estrés en el que están los participantes al inicio del del taller. Lo hice a través de un test  avalado por el IMSS; decidí empezar así porque no pude evitar recordar cuando estaba más joven y la moda era comprar revistas que traían test incluidos, me fascinaba responderlos y saber qué respuesta daba la edición en cuestión. Los había de todo tipo y funcionaban siempre igual: tus respuestas te encasillan en un grupo o en otro y de cierta forma te mostraban un punto de partida. Ahora de adulta, cuando empecé a hacer el test sobre mi nivel de estrés me sorprendieron dos cosas: la primera fue que no me fue fácil responder y la segunda fue que algunas respuestas me daba pena admitirlas. Me acordé de mis hijos y reconocí lo molesto que resulta aceptar que a veces ¡sí me estreso por todo¡! Llegué a la conclusión de que el paso 1 para avanzar hacia cualquier camino es partir de la realidad en la que estamos (sin tapujos o vendas). Concluí que si mi verdadero deseo es aprender y enseñar a regular el estrés, no podría maquillar mis respuestas porque una vez que tienes claro donde estás puedes avanzar. Por eso, pasamos de la teoría a la práctica y dimos inicio con sesiones prácticas sobre qué es y cómo funciona la respiración; después pasamos a la parte que me encanta que es unir la respiración con el trazo; es decir: ver tu respiración plasmada en papel. Para alguien tan disperso como yo, hace toda la diferencia lograr concretar lo abstracto, imagina lo que puede hacer para los niños.  Después pasamos a comprender qué es la compasión y lo inutil que resulta ir por la vida montando juicios. Pero quizá el más personal de todos los contenidos fue compartir lo dificil que fue salirme de mi rol de maestra y apropiarme del rol de mamá como guía de estas herramientas, ¿qué tiene que ver contigo? Todo. 

Resultaba complejo explicarlo, he sido maestra por más de 20 años para jóvenes y adultos,  pero en el caso de mi rol de mamá con mis hijos no funciona así; yo no lo siento a que escuchen y vean una linda presentación o video; las enseñanzas que se llevan mis hijos de mi en nuestra vida cotidiana suceden porque me ven hacer lo que les digo que hagan. En este sentido se pierde completamente uno de los aspectos intrínsecos de sar maestra: cierto poder; porque sí, los maestros en ese rol poseemos cierto poder, el poder que nos da la elección de nuestros alumnos de que seamos sus maestros y los guiemos;  pero cuando estoy frente a mis hijos, para ellos soy su mamá, imposible enseñarles desde mi lugar de maestra, ellos no me ven así y están en lo correcto. Entonces ¿cómo hablarles a mis hijos para que se abran a aprender de mí?, ¡no hay manera!, me tienen que ver, tengo que estar, mi lenguaje y actuar diario debe ser otro. En pocas palabras: tengo que ser congruente. . Así que no me queda de otra que implementar para mí misma lo que enseñó sobre reconocer y gestionar el estrés para que mis hijos lo adopten también; de eso se trata precisamente el Taller: que sepas qué hacer tú para que ellos te sigan (hoy o algún día). Y vuelvo a la pregunta: ¿qué tiene que ver contigo?, y te vuelvo a responder: todo. Porque si eres padre o madre de familia, has estado en la disyuntiva de enseñarles como si fueras su maestr@.

Volviendo al formato del taller, luego transitamos por el pantanoso terreno de las emociones, Andrea Mendoza nos enseñó que son, para que nos sirven y cómo podemos ayudar a nuestros hijos a regularlas. Me quedé con que tengo que aprender un nuevo lenguaje, el lenguaje emocional (al menos unos cuántos términos); y por último, haremos, en la última sesión un plan de acción concreto para integrar todo lo aprendido en un día normal en casa.  No es por presumir, pero me hubiera encantado que me enseñaran algo así incluso antes de ser mamá. 

En fin… la buena noticia, es que estamos preparados para ofrecerte el primer Diplomado al respecto de la gestión del estrés y las emociones, lo mejor: estará avalado por la SEP. Ya te iremos contando. 

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