Hasta los Dictadores Tienen Madre

Es increíble de todo por lo que se nos culpa cuando somos mamás. Que si los hijos no comen verduras, que si no saludan, que si son sensibles o que si son muy rudos, que si no encuentran trabajo, que si viven solos o que si viven con nosotras . De todas las cosas que hacen, o no hacen nuestros hijos, se nos implica; o nosotras mismas nos sentimos responsables.

Evidentemente sí tenemos una responsabilidad increíblemente grande en la vida de las personitas a las que criamos, en ningún momento intento deslindarnos; pero me parece exagerado que aún en las decisiones que nuestros hijos toman como adultos, se nos señala como las culpables. Pareciera como si se nos olvidara que cada persona se va formando como resultado de una serie de elementos más allá de su mamá; pero sobre todo, se nos olvida que somos seres humanos libres y autónomos. Eso incluye a nuestros hijos.  Ninguno de mis hijos son aún adultos, pero tengo dos adolescentes que me están enseñando lo complejo que es encontrar el equilibrio entre dejar que su personalidad emerja y educarlos con los hábitos y valores que habitan en mi. Por otro lado, mi propia historia confirma que la mamá puede ser una cosa y los hijos otra; no puedo estar más lejos de parecerme a mi mamá, somos completamente diferentes; así que por mucho que me haya enseñado o dado, tanto mi personalidad, como mis elecciones, no son en absoluto cercanos a la mamá que me educó; lo que me lleva a asegurar que no podemos juzgar a los padres por los hijos.

Soy fan de la historia, así que documentándome sobre ciertos famosos dictadores, encontré que por ejemplo la mamá de Stalin creía firmemente en la importancia de la educación,-nada común en su entorno de artesanos-; pero quería que su hijo fuera sacerdote. No creo que en sus planes estuviera que Soso (como ella lo llamaba), se convirtiera en “El Hombre de Acero”, ni mucho menos que le ganara la partida a Hitler en el número de muertes bajo su mando. Por su parte la madre de Hitler era devota, dulce y defendía a Adolf de su violento padre; estoy segura que tampoco estaba en su lista de deseos que él cometiera los actos que cometió o que señalara que “es un deber para con lo más sagrado velar por la pureza racial”. Rosa, la madre de Benito Mussolini, era maestra y fue señalada por su hijo como la “gran educadora y madre gloriosa”; un tema vital dado la postura del fascismo al respecto de las mujeres. Para el fascismo, la principal misión de la mujer en la sociedad era la maternidad: “dar nuevos soldados para la Patria”. Para ello, el régimen de Mussolini llevó a cabo una política pro-natalista, y convirtió a las mujeres en recursos para la nación vinculadas a la procreación. Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que Rosa jamás hubiera querido que el cuerpo de su hijo terminara colgado y escupido en una plaza. Si de buscar culpables se trata, la lista en cada uno de estos casos podría ser enorme; con Mussolini por ejemplo, podríamos empezar por su padre, o con los sacerdotes católicos quienes lo maltrataban por ser hijo de un comunista; con el tiempo, el futuro dictador forjó ante toda Italia que el hombre ideal no podía ser católico ni sensible. Se nos olvida que Hitler fue electo por sus ideas radicales sobre la superioridad de la raza, o que Stalin fue impulsado por su partido político para llegar a dónde llegó.

Sin afán de convertir este artículo en un debate socio-histórico-político; mi punto de vista es que no podemos culpar a las madres por los errores cometidos por los hijos; pero probablemente lo más importante que es las mamás no nos compremos que es nuestra culpa que nuestro hijos elijan el «camino del mal». Los extremos expuestos en este escrito son justo para eso, porque aún cuando los actos cometidos por un ser humano se encuentren fuera del contexto de la lógica, humanidad o legalidad; no podemos afirmar que fue por culpa de sus madres. Me queda claro también que cada caso es distinto, lamentablemente hay casos en los que las figuras maternas son violentas, abusadoras o inexistentes; en este momento me refiero a cuando la madre está presente y aún así, el hijo “sale” diferente. Es cierto, ¡Hasta los Dictadores tienen Madre”, pero no es por culpa de ellas que sus hijos tomaron “ese camino”. 

Ninguno de los casos anteriores llegaron a donde llegaron por ser hijos de una madre de tal o cual forma; los rodearon una serie de personas, instituciones, ideales o campañas para convertirse en las figuras que son. Dejemos de culpar a las mamás por lo que hacen y no hacen las personas y empecemos a responsabilizarnos todos de los resultados sociales o morales como consecuencia del entorno en el que vivimos. 

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