Al Mal Paso, Darle Luz

Cómo la aceptación y la claridad pueden liberarnos de nuestras sombras.

«Al mal paso, darle Gerber» es mi adaptación del dicho tradicional mexicano: «Al mal paso, darle prisa». Esta versión moderna surgió en México y refleja la creatividad y el humor característicos de la cultura popular mexicana.

La frase original, «Al mal paso, darle prisa», aconseja enfrentar rápidamente las situaciones difíciles o incómodas para superarlas cuanto antes. La adaptación con «Gerber» —marca reconocida de alimentos para bebés— introduce un juego de palabras que alude a situaciones relacionadas con embarazos no planificados. En este contexto, el «mal paso» se refiere a un embarazo inesperado, y «darle Gerber» implica asumir la responsabilidad y cuidar al bebé. 

Esta expresión comenzó a utilizarse en México en las últimas décadas del siglo XX, en un entorno donde los temas de sexualidad y planificación familiar eran tratados con cierta reserva; refleja una actitud de aceptación y humor frente a situaciones inesperadas, característica de la idiosincrasia mexicana.Pero, ¿y si resignificamos esta idea? ¿Y si en lugar de cargar con errores en la sombra, decidimos darles luz?

Me explico:  

De Gerber a la Luz: Enfrentar lo que Escondemos

Ocultar un error nunca lo elimina, solo lo mantiene en la penumbra, donde crece y se distorsiona; donde el monstruo se hace más grande.  Aunque el dicho mexicano sugería afrontar las consecuencias,  lo hacía desde un lugar de resignación y sin posibilidad de cambio. Reinterpretarlo nos invita a algo diferente: aceptar lo que ocurrió, enfrentarlo con honestidad y utilizarlo como punto de partida para transformarnos.

Como mamá admito que me he sentido más orgullosa de mis hijos cuando han sido capaces de acercarse con franqueza a decir “me equivoqué”. Es de valientes, y debo admitir también que en muchas ocasiones quizá yo he cerrado la puerta a esa confesión con mis tajantes juicios y afirmaciones. Para muestra un botón: una sobrina nos contaba sobre una chica que había engañado a sus padres para librarse de un castigo; yo expresé mi tajante opinión de entonces sobre abusar de la confianza;  mientras tanto, noté que mi hija me observaba con firmeza. Al final de la conversación, ella simplemente cuestionó el ¿porqué nadie se preguntaba porqué la chica se sentía de esa forma sobre contar la verdad? Me hizo ver que si bien es cierto que todos elegimos un camino sabiendo casi siempre lo que es bueno y lo que es malo; también es cierto que nuestra postura ante la vida tiene mucho que ver con cómo se desenvuelve nuestro entorno, especialmente en edades tempranas. 

Lo que quiero decir es que puede que no sea del todo nuestra culpa que no queramos sacar nuestros errores ante la luz, quizá que para cuestionarnos qué pasaba si se decía la verdad en nuestro entorno o cómo éramos vistos cuando no lográbamos cumplir es estándar o contra quién nos comparaban. Como padres de familia, nos toca enfrentar nuestras sombras de crianza y carácter para que nuestros hijos, y luego el mundo vivan en la luz. Porque cuando tratamos de esconder nuestros errores, ya sea por vergüenza, miedo o negación, les permitimos tener más poder sobre nosotros. Como sombras en una habitación oscura, parecen más grandes de lo que realmente son. Pero cuando encendemos la luz —cuando los reconocemos y entendemos— podemos comenzar a verlos con claridad y encontrar la manera de aprender de ellos. Y a veces esa luz la tenemos que encender nosotros para nuestros hijos. 

El Peso de las Sombras

Tratar de mantener ocultos los errores es como llevar una carga invisible que, aunque nadie más la note, nos consume por dentro. Nos volvemos expertos en aparentar, en construir fachadas que nos permitan escapar del juicio externo. Pero en realidad, ese juicio externo es mucho menos dañino que el juicio que ejercemos sobre nosotros mismos cuando no somos capaces de perdonarnos. ¿Qué nos decimos cuando en verdad la hemos regado?, ¿qué parte de ti se “oculta” al saber que elegiste mal?, ¿crees de verdad que Dios será tan severo?, porque me atrevo a decir, que le tenemos más miedo al qué dirán las personas que suelen ser inflexibles que al mismísimo juicio divino. Nos creemos tan sabios que somos más duros con nosotros mismos que lo que Él sería, estoy segura. 

Dar luz a nuestros errores no significa justificarlos ni minimizar su impacto; tampoco es que tengamos que andar con megáfonos publicándolos simplemente se trata de asumirlos como parte de nuestra experiencia humana, aprender de ellos y dejar de castigarnos. Al hacerlo, las sombras pierden su fuerza y nos liberamos para avanzar. Cada duda, cada decisión equivocada, puede convertirse en una oportunidad de aprendizaje cuando la iluminamos con honestidad y compasión. 

Así que, la próxima vez que sientas la tentación de esconder tus errores o huir de ellos, detente y piensa: “Al mal paso, darle luz.” Porque el único camino hacia la claridad y la paz interior es a través de la aceptación.

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