El reto personal de aprender de uno mismo y los demás en la era del COVID.

 

La  pandemia nos ha llenado de nuevas conversaciones y retos. Una de las industrias más criticadas en el contexto del COVID ha sido el de de las escuelas; los docentes y las instituciones educativas han sido fuertemente juzgados por la comunidad escolar en torno a las las prácticas que decidieron implementar en cuanto a la educación en línea, en todo colegio quedó claro fue imposible darle gusto a todos. Los maestros y sus alumnos se encontraron a través de dispositivos móviles que si bien lograron mantener el contacto, no alcanzaron a satisfacer las expectativas en cuanto al proceso de enseñanza-aprendizaje de todos los miembros de la comunidad. Para algunos padres de familia fue un proceso en el que vieron cómo sus hijos se concentraban mejor que en el salón, para otros fue una dura rutina la de encontrar lugares y tiempos para conectarse a las sesiones en línea, ciertos maestros lograron dar muy buenas clases, mientras que otros no terminan por adaptarse; para determinados alumnos el compromiso de entregar y estudiar no cambió, mientras que otros, no se presentaron o cumplieron con lo que se indicaba por diversas razones, no siempre en su control. En fin, sin duda, un proceso difícil y retador en el que cada quien hizo lo mejor que se pudo desde las trincheras de casa y escuela.

Sin embargo, el aprendizaje no sólo sucede en la escuela, los seres humanos aprendemos de nuestro entorno , por lo que la situación actual presenta unas serie de oportunidades para los padres de familia de enseñar valores y prácticas en casa que pueden apoyar el desarrollo integral del ser humano. La resiliencia, tolerancia, flexibilidad, disciplina y adaptabilidad son algunos ejemplos de valores y actitudes que se pueden fortalecer dadas las circunstancias. Es claro que el mundo no estaba preparado para enfrentar un reto así, por tanto, el reto cercano, el que sucede en nuestras casas, también es maýusculo. Quizá darnos el tiempo que antes no tuvimos para observar y convivir con nuestras familias sea el legado inesperado de esta pandemia. Es relevante entonces preguntarnos si estamos aprovechando la oportunidad no pedida pero dada, de fortalecer nuestra fortaleza interna y la de nuestras familias.

Algunos de los siguientes escenarios pueden parecer familiares:

  • Los niños juegan videojuegos o ven series una buena parte del día. Quizá más tiempo del que previamente lo hacían.
  • El tiempo en familia era un recurso común al principio de la contingencia. Ahora cada miembro pasa más tiempo en solitario.
  • El contacto o apoyo de los padres tiene que ver con las labores escolares. Las pláticas y análisis sobre la gestión del tiempo o las emociones relacionadas no son temas discutidos.

Sería fructífero hacer de este particular momento, uno en el que  enseñemos a los más jóvenes a reflexionar y gestionar su tiempo de trabajo y el tiempo libre, mientras se espera con calma y prudencia a retomar las rutinas que algunas tuvimos. Algunas posibles medidas son:

  • Promover el diálogo en familia sobre objetivos personales (más allá de los académicos).
  • Establecer horarios y lugares de trabajo para el desarrollo personal.
  • Motivar el apoyo en las labores del hogar.
  • Comentar los sentimientos al respecto de la contingencia. 
  • Promover el autocontrol en tiempos de ocio..

Quizá la labor más difícil es concentrarse en uno mismo y en los seres con quienes convivimos en casa. Si logramos concentrarnos en ellos y en mejorar hábitos propios, este periodo será de gran utilidad independientemente del cúmulo de conocimientos y habilidades que las instituciones o el internet proponen que alcancemos.

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