Herramientas Espirituales para Dejar de Sobrevivir y Empezar a Vivir con Propósito
A lo largo de la historia, diversas tradiciones espirituales y filosóficas han reflexionado sobre la relación entre lo material y lo espiritual, llegando a una enseñanza común: lo material es temporal, mientras que lo espiritual perdura. Esta idea está presente en muchas culturas y religiones, aunque expresada de formas diferentes.
En el cristianismo, por ejemplo, Jesús enseña que «el reino de Dios no es de este mundo» (Juan 18:36), sugiriendo que la vida espiritual es mucho más importante que las posesiones o logros materiales. El cristianismo invita a sus seguidores a no aferrarse a las riquezas terrenales, sino a buscar lo que perdura, lo eterno, en una conexión profunda con lo divino.
En la filosofía griega, Platón también reflexionó sobre la dualidad entre lo material y lo espiritual. Según él, el mundo sensible, lo que percibimos con nuestros sentidos, es solo una sombra de las verdaderas realidades que residen en el mundo de las Ideas o Formas, que son eternas e inmutables. Para Platón, las cosas materiales cambian y desaparecen, mientras que el alma es inmortal y aspira a regresar.
El sufismo, la rama mística del islam, enseña algo similar. Los sufíes hablan de la necesidad de desapegarse de los placeres y posesiones mundanas para acercarse a la realidad espiritual. A través de la meditación y la oración, buscan trascender lo material y unirse con lo divino, lo eterno. En este contexto, la vida física es vista como una ilusión pasajera que nos distrae de lo que realmente importa: nuestra
Incluso en la filosofía moderna, autores como el existencialista Jean-Paul Sartre han debatido sobre el significado de la vida material frente a la búsqueda de una esencia o propósito más allá de lo tangible. Aunque Sartre no abordaba la espiritualidad desde un punto de vista religioso, sí reconocía que la vida física es finita y que debemos crear un sentido que trascienda lo meramente material.
Alan Watts, uno de los principales divulgadores de las filosofías orientales, como el budismo zen y el taoísmo en Occidente, enseñaba que el apego a lo material y la identificación con el ego son fuentes de sufrimiento. Inspirado por el taoísmo y el zen, Watts argumentaba que la naturaleza fluida del mundo es inevitable, y que resistirnos a ella solo causa dolor. Al aceptar la impermanencia y renunciar al control sobre lo material, podemos experimentar una liberación similar a la que predican las filosofías orientales, y vivir en paz con el flujo natural de la vida.
Para aquellos que nos sentimos muy arraigados a lo material, este pensamiento puede parecer ajeno o difícil de entender. Sin embargo, recordar la naturaleza temporal de las cosas puede ayudarnos a soltar el apego ya enfocarnos en lo que realmente tiene valor: nuestra conexión con lo divino.
Reflexiones sobre la existencia de Dios en el mundo moderno
En nuestra sociedad actual, a menudo encontramos que la creencia en un ser superior o en Dios es vista con escepticismo. Para muchos, la idea de Dios parece ingenua o anticuada. Un argumento común es que, si no podemos ver a Dios, entonces ¿por qué no podemos verlo?
Sin embargo, ¿es realmente necesario ver algo para saber que existe? Pensemos en algo tan simple como la electricidad. Aunque no podemos verla, sabemos que está allí porque podemos observar sus efectos. De la misma manera, aunque no podamos ver a Dios con nuestros ojos, muchas personas creen que su presencia se manifiesta en la belleza y el orden de las cosas. Un ejemplo clásico es el de un edificio. Aunque no vimos al arquitecto diseñándolo, podemos inferir su existencia porque el edificio está allí, con un diseño y estructura evidentes. Así, podemos preguntarnos: si el universo tiene un diseño tan complejo, ¿no será que también hay un creador detrás de todo?
¿Por qué existe la maldad si Dios está presente?
Otra pregunta común es: si Dios existe, ¿por qué hay maldad en el mundo? Esta es una duda válida y profunda. Una respuesta que encontramos en muchas enseñanzas espirituales es que Dios ha dado a cada persona la libertad de actuar de acuerdo a su propio criterio. Así como un barbero puede existir, pero la persona debe decidir acudir a él para cortarse el cabello, Dios está disponible para guiarnos, pero cada uno debe tomar la decisión de buscarlo.
Un cuento popular nativo americano ilustra bien esta cuestión. El anciano de una tribu le cuenta a su nieto: «Dentro de cada persona hay una lucha entre dos lobos. Uno de los lobos representa el mal: el odio, la envidia, la arrogancia y la codicia. El otro lobo representa el bien: la bondad, la paz, el amor y la compasión. Estos dos lobos están en una constante batalla». El nieto le pregunta: «¿Cuál de los dos lobos ganará?». El anciano responde: «Aquel al que alimentos». Este cuento nos recuerda que, aunque la maldad existe, somos nosotros quienes decidimos cuál camino seguir y qué aspecto de nuestra naturaleza guiará nuestros pasos; porque sí, la maldad también habita en nosotros como parte de nuestra condición humana. ¿Eso significa que Dios es malo?, yo estoy segura que no.
En muchas tradiciones espirituales, se enseña que todos tenemos una «sombra», esa parte oscura de nuestra psique que alberga nuestros miedos, rencores y deseos egoístas. Esta sombra no es mala por sí misma, pero se manifiesta cuando decidimos actuar desde el odio, la envidia o el egoísmo. Dios no crea la maldad, sino que nos da la libertad de elegir entre el bien y el mal. Al reconocer esta dualidad dentro de nosotros, tenemos la opción de enfrentar nuestra sombra, entenderla y elegir actuar desde nuestra luz, cultivando la bondad y la compasión. La maldad es una posibilidad, pero es nuestra elección si la dejamos prevalecer o decidimos caminar hacia lo que es bueno y justo.
Volviendo al asunto de ¿por qué existe la maldad si Dios está presente?, lo que realmente debemos preguntarnos es: ¿cómo no habría consecuencias dolorosas y nefastas cuando las personas que habitan nuestro mundo eligen caminar hacia la oscuridad en lugar de la luz? Somos ingenuos al pensar que nuestros actos egoístas y malvados no traerán repercusiones. Toda acción tiene una consecuencia, y cuando actuamos desde la sombra, inevitablemente cosecharemos sufrimiento. Peor aún es un acto de irresponsabilidad seguir echando la culpa a lo divino por las consecuencias de nuestras propias acciones, cuando somos nosotros quienes hemos decidido ignorar la luz que nos guía y hemos optado por transitar el camino de la oscuridad.
Espiritualidad y Propósito en un Mundo Material
La espiritualidad, en su esencia, es la búsqueda de un sentido más profundo de la vida, un camino que nos conecta con lo trascendental, ya sea a través de la religión, la meditación, la reflexión o el contacto con lo sagrado. Según el psicólogo William James, uno de los primeros en estudiar la espiritualidad desde una perspectiva científica, la espiritualidad implica una experiencia interna que permite a las personas encontrar paz, propósito y significado más allá del plano material. Aunque no necesariamente está ligada a una religión, la espiritualidad nos lleva a explorar preguntas fundamentales sobre nuestra existencia, el propósito de la vida y nuestra relación con el universo.
Me sorprende cómo a pesar de que la espiritualidad ha ofrecido respuestas y consuelo a lo largo de la historia, en las últimas décadas ha habido un alejamiento significativo de estas prácticas. Se dice que la modernidad y los avances tecnológicos han transformado la forma en que las personas abordan estas cuestiones, dando prioridad a los logros materiales y al individualismo. Yo digo que nos sentimos tan únicos y especiales que creemos que nacimos de la nada y somos capaces de enfrentar vida y muerte sin ayuda; mi teoría es que la “modernidad” ha alimentado nuestra soberbia; que los “avances” tecnológicos nos hacen afirmar que somos capaces de crearlo y controlarlo todo: la vida, la muerte y al universo. Hasta risa da si lo piensas por un minuto lo infantiles que pueden resultar nuestra postura de “yo puedo solito”; idéntico a la de los niños del kinder cuando aprenden a caminar o a vestirse.
Pero tristemente esta tendencia es muy real y concreta; según un estudio del Pew Research Center, el número de personas que se identifican como «espirituales» o «religiosas» ha caído de forma radical en comparación con épocas anteriores. En Estados Unidos, por ejemplo, el porcentaje de adultos que se consideran religiosos o espirituales ha descendido del 70% en 1950 a menos del 50% en 2020. Esta tendencia también se observa en Europa, donde más del 60% de la población en países como Francia o Suecia no se consideran religiosas ni espirituales.
Este cambio cultural, descrito por el sociólogo Zygmunt Bauman como parte de la «modernidad líquida», donde las prioridades cambian rápidamente, nos distrae con la inmediatez y el consumo. En este contexto, las personas priorizan el rendimiento y la gratificación instantánea sobre el bienestar espiritual. Según el neuropsicólogo Andrew Newberg, este alejamiento de lo espiritual también se debe a un aumento en el escepticismo hacia lo que no puede ser comprobado empíricamente. A pesar de esto, investigaciones científicas han demostrado que las prácticas espirituales, como la meditación, pueden tener beneficios tangibles, como la reducción del estrés y el aumento de la resiliencia emocional.
Dios está en nosotros y no en el cielo
Pienso firmemente que una vez que bajamos a Dios del cielo y lo sentamos en nuestro corazón entendemos todo. Una de las enseñanzas más importantes de la espiritualidad es que Dios no está fuera de nosotros, sino dentro. Desde el momento en que respiramos por primera vez, ya estamos conectados con lo divino. La misma respiración es un recordatorio constante de que la vida es un regalo y que la esencia divina fluye en nuestro interior. Cada inhalación y exhalación es una oportunidad para reconocer que Dios nunca ha estado lejos. Solo necesitamos hacer una pausa y prestar atención para darnos cuenta.
Herramientas útiles para afrontar la vida.
Enfrentar los desafíos de la vida cotidiana requiere herramientas que nos ayuden a reconectar con nosotros mismos y encontrar el equilibrio. La meditación, la oración y la respiración consciente son prácticas milenarias que, aunque pueden parecer simples, tienen profundos efectos en nuestro bienestar mental, emocional y espiritual. La meditación, por ejemplo, nos permite detener el flujo constante de pensamientos y enfocarnos en el presente, lo que reduce el estrés y mejora nuestra capacidad de concentración. Investigaciones científicas, como las del Dr. Jon Kabat-Zinn, han demostrado que la meditación puede disminuir los niveles de ansiedad y mejorar la salud mental al reducir la reactividad emocional.
La oración, aunque a menudo se asocia con prácticas religiosas, también puede ser vista como un acto de introspección y reflexión. Cuando oramos, nos conectamos con una fuerza superior, ya sea espiritual o simplemente con nuestra propia conciencia, y esto nos permite reflexionar sobre nuestras acciones, encontrar guía y consuelo en momentos de dificultad. Estudios del Duke University Medical Center han demostrado que las personas que practican la oración o la reflexión experimentan una mayor sensación de paz interior y un mayor sentido de propósito, independientemente de sus creencias religiosas.
Por último, la respiración consciente es una herramienta accesible que todos podemos utilizar en cualquier momento. Técnicas como el pranayama en el yoga o ejercicios simples de respiración diafragmática ayudan a reducir el estrés y mejorar la conexión entre cuerpo y mente. Al enfocarnos en nuestra respiración, somos capaces de calmar el sistema nervioso y regresar al momento presente, evitando que nos sobrecarguemos con preocupaciones. Según la Harvard Medical School , la respiración controlada es una de las formas más efectivas de reducir la respuesta al estrés y mejorar el bienestar general. Integrar estas prácticas en nuestra rutina diaria nos permite enfrentar los desafíos de la vida con mayor claridad, serenidad y resiliencia.
Ir por la vida sin usar herramientas como la meditación, la oración o la respiración consciente es como intentar barrer el piso con las manos en lugar de usar una escoba. Claro, podrías hacerlo, pero sería mucho más lento, incómodo y agotador. Del mismo modo, enfrentar la vida sin aprovechar las herramientas espirituales que tenemos a nuestro alcance es elegir el camino más complicado y menos efectivo. Estas prácticas nos brindan la claridad y serenidad que necesitamos para enfrentar los desafíos de manera más consciente, en lugar de sólo reaccionar.
La espiritualidad no es un lujo ni es opcional, es esencial porque no estamos aquí solo para sobrevivir, sino para vivir con plenitud. Al incorporarla a nuestra vida diaria, no solo estamos mejor equipados para manejar el estrés y la adversidad, sino que también podemos conectarnos con un sentido más profundo de propósito. Venimos a esta vida para experimentarla plenamente; vivir sin ella es como ver una película increíble con el volumen apagado: te pierdes de la mejor parte.
Fuentes
- La Biblia : Juan 18:36 .
- William James : James, W. (1902) Las variedades de la experiencia religiosa: un estudio sobre la naturaleza humana.
- Instituto de Bienestar Global : Instituto de Bienestar Global Definiendo el futuro del bienestar .
- Zygmunt Bauman : Bauman, Z. (2000). Modernidad líquida.
- Andrew Newberg :Cómo Dios cambia tu cerebro .
- Centro de Investigaciones Pew :«En Estados Unidos, el declive del cristianismo continúa a un ritmo rápido».
- Facultad de Medicina de Harvard : Harvard Health Published Técnicas de relajación: el control de la respiración ayuda a calmar la respuesta errante al estrés.
- Jon Kabat-Zinn: Kabat-Zinn, J. (1990). Vivir con plenitud ante una catástrofe: cómo utilizar la sabiduría del cuerpo y la mente para afrontar el estrés, el dolor y la enfermedad.
- Centro médico de la Universidad de Duke : Koe Religión, espiritualidad y salud: la investigación y las implicaciones clínicas.
- Platón : La República .