
Son las 9:00 am, es hora de trabajar, la casa está en silencio y la computadora está prendida. Parece que ahora sí jala bien el Internet, los audífonos están cargados, la pantalla lista para unirnos a la sesión, las páginas que mostraremos se encuentran abiertas, y la sesión inicia sin problema. Cuidamos muy bien el fondo, escogimos un lugar con luz y todos los participantes llegaron a tiempo; de pronto, de la nada en el fondo de la casa se oye un portazo. Empiezas a sentir que vendrá la marabunta, -tu familia-, y así es, en menos de 10 segundos, tu hijo pequeño atraviesa el lugar sin mayor empacho, seguido de los ruidos “inesperados” del timbre o el ladrido de tu perro; y tu solo piensas: ¡bendito botón de mute!.
¿Te habías puesto a pensar que el único límite entre los muchos roles que tenemos que vivir en “una sola silla” es el botón de mute? Analicémoslo por un momento, desempeñar nuestros roles antes del COVID19 implicaba en cierto modo cambiar de ambiente. Es decir, en mi caso, para el mood de mamá estaba mi casa, el súper, el parque; para el de maestra: el salón de clases, los auditorios, las escuelas; para liderear proyectos, mi oficina; para el de amiga: el café, el cine o el baresito; o para mi vena deportista el gym, la pista o la alberca. Ahora hago todo eso en el mismo lugar; atiendo a mis alumnos, hago las compras, me entrevisto con gente, me reuno con familiares, platico con mis hijos, escribo, dirijo la comida y superviso las tareas del más pequeño desde el mismo lugar. El fenómeno me llama mucho la atención porque hemos aprendido a dejar de ocultar el desastre que puede suceder alrededor de hacer todo en el mismo lugar; hemos integrado a la conversación la vida en casa, cuando normalmente se quedaba fuera del ámbito profesional. Pese a lo caótico que dichos momentos pueden ser, es liberador la humanización que está viviendo el trabajo. Me ha tocado estar en video llamadas en las que mi contraparte se disculpa por lo mismo que me ha pasado a mi: sus hijos, el ruido, una llamada, o la falta de internet en un dispositivo vs el otro; hemos traído al mundo entero a nuestra casa. Es decir, somos más abiertos al admitir que esos momentos a veces se nos salen de las manos y eso está bien, ¿no sería increíble que tuviéramos esa paciencia y empatía en todo lo demás?.
Sin embargo, no es fácil lidiar con todo al mismo tiempo, ahora más que nunca es imprescindible poner límites y aprender a nombrar nuestras emociones. Tener un horario o rutina que nos obliguemos a cumplir, nos protegerá de nosotros mismos, porque el concepto “workaholic” se nos puede salir de las manos; debemos aprender a dimensionar el concepto de ser productivos; estar en casa y no “desconectarnos” es la gran trampa del trabajo actual. A principios del 2020 inicié una rutina mañanera que pareció un tanto extrema en su momento (no había llegado el COVID), y que mantengo hasta el día de hoy: me levanto entre hora y media o dos horas antes que todos en mi casa, -la hora varía pero normalmente es a las 5:30-, me doy el tiempo de despabilarme, lavarme los dientes, meditar y estirar rápidamente; después hago ejercicio mientras oigo o veo cualquier contenido que me atraiga, por último preparo los pendientes del día (mando correos, programo llamadas o al menos hago mi “must list”); para cuando mis hijos despiertan, estoy lista para estar presente en las clases de mi hijo más pequeño y seguir con todo lo demás. Estoy segura que haber adoptado esta dinámica antes de la pandemia, me permitió hacer frente a ella y no morir en el intento. Por supuesto que la rutina ayuda, pero aún así, no es fácil, la angustia existencial, el aislamiento, el duelo universal y la incertidumbre económica están cada vez más presentes. En aras de mantener el estrés a raya, me pareció increíble toparme con el concepto de la Dra. Susan David, sobre que “el stress es multidimensional” es decir, que afecta a diferentes aspectos de un asunto; tener en cuenta esta característica puede ayudarnos a desmenuzar las sensaciones de ansiedad, desesperación, cansancio, tristeza, enojo o irritabilidad para enfrentarlas de mejor manera.
En la búsqueda de entender mejor este momento, me topé con que “ver crecer” es una de los mejores antídotos ante tanta ambigüedad. No es de extrañar que existan notorios incrementos en la adopción de mascotas, plantas para interiores o proyectos personales. Así que para no solo sobrevivir a la pandemia, sino salir renovados de ella, empecemos por establecer rutinas y límites, ponerle nombre al estrés y ver crecer.
Parece que entender que las reglas han cambiado y empezar a ver que “trabajamos con la casa y no desde casa”, es lo que nos convertirá en personas más flexibles y resilientes ante la incertidumbre que parece ser la única constante. La próxima vez que empieces a sentir que las cosas se salen de control, presiona el bendito botón de mute.