Nos morimos de ganas de aventuras. Hacemos fiestas sorpresas, envolvemos regalos y cerramos los ojos para sentir la adrenalina de lo incierto. Tal es nuestro afán por lo novedoso que olvidamos que el amor, el verdadero, es predecible porque sabemos que está ahí y que en él nos podemos apoyar. Me queda claro que ese no es un título que nos guste darle, pero no me refiero a que las relaciones deban ser monótonas, requieren creatividad y empeño para no caer en la rutina; sin embargo, se nos ha dicho que el amor romántico duele y que sufrir es parte de la factura que pagamos por amar y ser amados. Yo creo que cuando el amor es real, sabemos que podemos contar con él, incluso en el enojo, la tristeza o en la desilusión. No digo que sea invencible, infalible, ni mucho menos incondicional, el amor puede ser frágil, se puede romper con la indiferencia, con la falta de tiempo, con la traición, con la descortesía o el desdén; incluso la certeza extrema de tenerlo, puede llevarnos a no cuidarlo; su fuerza dependerá de lo que hagamos para fortalecerlo.
Tengo la gran fortuna de contar con amigos increíbles, hombres y mujeres con los que he compartido lo que es amar y lo que duele no sentirse amado; el hilo conductor de esas conversaciones es descubrir que al amor lo define cada persona y que la incertidumbre de no ser correspondidos duele. Por otro lado, 20 años como docente me han permitido estar cerca de los jóvenes quienes tienen la misma zozobra: saber si el otro los ama. En la búsqueda de alimentar este espacio, me impresionó cuánto contenido hay en las redes sociales sobre “qué hacer para gustarle”, “qué contestar en un mensaje”, “como atraer su atención”, “cómo lograr que no te olvide”; pareciera que cuidando nuestras palabras y hasta los emojis que usamos alcanzaremos “el premio”. ¡Qué horror!, ¿qué no basta con ser nosotros mismos? Tenemos que recordarnos y transmitirles a los más jóvenes, que el amor no debe ser un juego de estrategia; un ejemplo claro de cómo sí funciona no ser estrategas, son nuestros amigos, familiares o hijos, con ellos “no nos andamos haciendo los interesantes”, nos escriben, contestamos; nos buscan, nos encuentran; nos platican, los escuchamos; se enojan, los buscamos; nos equivocamos, nos disculpamos. Sería maravilloso que al tener una pareja construyéramos una extensión enorme de esa amistad o relación honesta en donde valoremos lo que tenemos y en la que no nos dé miedo ni ser como somos, ni decir lo que sentimos.
Sin embargo, es un hecho que del desamor casi nadie se salva, la antropóloga Helen Fisher, famosa por sus estudios sobre el amor romántico, le pidió a un grupo de personas que contestaran: ¿ha sido alguna vez rechazado por alguien que realmente amaba? y ¿ha rechazado a alguien que realmente lo amó?, casi el 95% respondió que sí a ambos cuestionamientos; parece que con todo y armaduras y estrategias, al menos alguna vez sentiremos no ser completamente correspondidos. Buscando respuestas sobre ¿qué es el amor en primer lugar?, me topé con la sorpresa de que en una misma fuente existen varias definiciones; como en el Diccionario de la Real Academia Española, en donde existen 14 entradas para empezar, más otras tantas si uno quiere ser más específico. Honestamente ninguna me gustó, pero fue liberador descubrir que ni la Academia se pone de acuerdo en lo que es; nada es más claro que es tan importante definirlo como sentirlo. Decidí dejar de lado el diccionario y pensé en cómo se siente; porque está en todos lados y ha vivido en todos los tiempos; los seres humanos hemos cantado, escrito, llorado y hasta conquistando nuevas tierras por amor. Como el Rey Sol de Tikal –una antigua ciudadela maya en los bosques tropicales del norte de Guatemala–. Su nombre era Jasaw Chan-K’awiil; mandó construir dos templos, uno frente al otro, que en forma de pirámides terminarían por ser las tumbas de él y la de su amada esposa Lady Lahan Unen Mo; con cada equinoccio de primavera y otoño, el sol se levanta de espaldas al templo de él y baña con su sombra el de ella; por la tarde, el astro se posa detrás del templo de ella quien entonces cubre el de él. ¡Qué tal! Jasaw Chan-K’awiil encontró la manera de vencer a la muerte y al tiempo, dos veces al año se asegura de que ella sepa que sigue presente; pero el baile es de dos, ella también lo cubre.
Así creo que es el amor, podemos sentir muchas cosas cuando amamos, no siempre placenteras; pero tal como sabemos que el sol saldrá cada mañana, deberíamos de tener la certeza de que pese a las diferencias, podremos contar con esa persona amada, incluso si ya no estamos en pareja; pero si el amor nos hace sentir incertidumbre, ¿para qué lo queremos? Seamos claros y valientes; no perdamos tiempo en tratar de convencer o en justificar; si encontramos el amor, demostremos de qué tamaño es, porque si existe algo mejor que estar enamorados, es sentir la certeza de que somos correspondidos.