El fin de lo conocido

Cada año representa nuevos retos. El 2021 se levantó como uno de los más importantes de mi vida. Basta con decir que inició con el final de mi familia como la conocía y que  las nuevas formas se abrieron paso.

Es complicado identificar qué es lo que nos hace más fuertes, por ahí se dice que las adversidades, otros dicen que la felicidad, otros que la búsqueda de ella; yo creo que la fuerza viene de un montón de gente que te hizo sentir que te amaba a pesar de todo, son ellos los que te hacen sentir que vale la pena enfrentar las adversidades o que te te hacen recordar a qué huele o sabe la felicidad. Este año me enseñó que nada está escrito, en especial tratándose del amor, éste poderoso sentimiento puede transformarse en cada tipo de relación a la que moldea; me tocó enfrentar emociones complejas independientes de la certeza de que el amor de mi familia es real; es decir, el amor es tan complejo, que aún cuando es real, puede venir acompañado de otros sentimientos no tan atractivos: la duda, la incertidumbre, la ira, la tristeza, inclusive la desilusión; el aprendizaje más radical es que amar significa librar todos esos sentimientos y aprender a aceptar que las personas que más amamos también son imperfectas y nos pueden lastimar; y es que seguramente nosotros también los lastimamos a ellos, consciente o inconscientemente. ¿Dónde está el aprendizaje? Puedo afirmar que en mi caso, el mayor aprendizaje de este año fue aceptar que lo que conocemos puede transformarse, incluso aquello que damos por hecho que se mantendrá intacto.

Supongo que el meollo del asunto es que el cambio sigue cimbrando en nuestro corazoncito a pesar de que sea la única constante; ¿qué pasa cuando lo que creíamos inamovible se transforma?, ¿será que como concepto aceptamos el cambio, pero cuando les sucede a quienes nos gustaban como eran, nos resistimos?, ¿qué cambios en nosotros le habrán parecido exasperantes o dolorosos a quienes amamos?, ¿en verdad el amor resiste esas transformaciones individuales aún cuando cambia el discurso en conjunto? Y es que la parte más compleja de superar cuando la gente que amamos cambia, es reconocer que también lo hará la parte de nuestra vida que tiene que ver con ellos. Me pregunto si la clave está en aceptar nuestros cambios en primer lugar en lugar de contenerlos por temor a cambiar el ritmo. 

En mi caso, el año que termina consolidó decisiones que tomé años antes: ponerles límites a los que más amo, renunciar a mi trabajo, escribir de forma constante, alejarme de lo que no me aporta, restar a quienes no tienen tiempo para mi o los míos, emprender el conjunto, descartar la frialdad, etc. Lo que quiero decir es que en el 2020 tomé decisiones que se sintieron fuertes desde el día uno que las tomé, pero que se reflejaron un año después; la lección es clara: los cambios no siempre suceden de pronto, algunas de las transformaciones más importantes llevan tiempo, y cuando por fin se notan…el tsunami es imparable. Algunos de los cambios más profundos suceden como consecuencia de nuestras decisiones, pero otros, nos llegan de imprevisto como consecuencia de las decisiones   de los demás que hacen eco en nuestra vida.

Afortunadamente ninguno de los cambios que mencionó tuvieron que ver con la muerte que sí afectó a muchísimas familias, por ello, me siento infinitamente  afortunada; lo que me sorprendió sin embargo, fue descubrir que el fin de lo conocido, también trae consigo un duelo. Pasé  meses viviendo un duelo constante por todos esos finales que sucedieron de forma voluntaria o no en mí y en mi entorno; supongo que lo “nuevo” fue la “conciencia” que ha ido haciéndose notar con el paso de mis ahora 43 años, pero no por ella fue menos difícil.  Supongo que el asunto del cambio se resume en qué tan abiertos estamos a él; el cuento El Gusano Encarcelado de la poetisa Marisa Alonso Santa María, ilustra maravillosamente dicha paradoja:

El gusano estaba tan acostumbrado a vivir dentro de la caja, que no quería ni necesitaba salir para nada. Comía y dormía cuánto quería; paseaba, jugaba y se entretenía tejiendo un capullo para abrigarse en el frío y duro invierno.

El calor se fue marchando poco a poco y, como tenía pensado, se metió en la cama para estar más calentito. Terminó de tejer lo que le quedaba del mullido capullo y se quedó ahí, dormido, muy a gusto.

Una mañana despertó y sintió calor. Pensó que ya iba siendo hora de salir de allí. Empujó y empujó con todas sus fuerzas, y al hacerlo se dio cuenta de que le habían salido alas. Se miró muy extrañado.

¿Para qué quiero yo alas? – se dijo en voz alta.

Sin saber dar utilidad a sus nuevos apéndices, y con su nueva apariencia, continúo encerrado en la caja muy molesto ahora porque las alas le estorbaban, rozaban por todos los sitios y no sabía dónde esconderlas.

Pasó una mosca volando y le dijo:

– Mariposa, ¿por qué no sales a volar?

La miró confuso y contestó: 

– ¿Es a mí? – creo que te equivocas- yo soy un gusano. 

Al rato pasó una avispa y le dijo: 

Mariposa, ¿vienes a volar?

– ¡Yo soy un gusano! – contestó esta vez un poco extrañado- ¡No puedo volar!

– ¡Hola mariposa! – lo saludó otra mariposa que pasaba por allí.

¿Vienes a volar conmigo? Conozco un jardín precioso cerca de aquí.

– Yo soy un gusano; no una mariposa. ¿Qué le pasa a todo el mundo hoy? 

Entonces la mariposa bajó a la caja y le explicó:

– Antes eras un gusano. Luego te envolviste en un capullo, ¿recuerdas? – continuó hablando. 

– Después fuiste una crisálida y ahora te has convertido en mariposa. 

¡Ahora puedes volaaaar! – le dijo feliz por hacerle ese maravilloso descubrimiento; pero se equivocó.

La mariposa no quiso volar. Se quedó dentro de la caja donde había estado siempre. Comía cuánto quería, dormía lo que quería, paseaba con sus molestas alas y, pudiendo ser libre, prefirió seguir encarcelada.

En mi opinión, el cuento bien podría titularse La Mariposa Encarcelada, de cualquier modo, le guste o no al gusano, él ya no es ni será de nuevo un gusano. 

Lo mismo nos pasa a nosotros:los cambios nos transforman, los aceptemos o no. Un día lo que conocíamos termina y está nosotros salir de la caja y extender las alas para emprender el vuelo. 

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