El Ladrillito del Poder


Todos ejercemos poder sobre alguien. Puede que no nos guste admitirlo y quizá a veces no nos gusta que nos lo impongan, pero las jerarquías sociales, laborales o por naturaleza, dictan la forma en la que nos relacionamos con los demás. La manera en la que nos comportamos con los otros, especialmente con aquellos a los que identificamos con una menor jerarquía, dice mucho sobre quiénes somos. 


Hacemos uso de ese poder en escenarios que no imaginamos, a veces como padres de familia imponemos nuestras ideas o estilos de vida; como profesionistas es posible que sin querer hayamos abusado de nuestra posición, o incluso con quienes nos ayudan en diferentes tareas y a quienes les pagamos por sus servicios. En cuanto a la pareja, se enuncian tesis sobre que “el que paga, manda”, sucede que quien está más conectado con su lado emotivo, termina por ceder en mayor medida. Sin duda es un tema amplio que pone en la mesa la naturaleza del ser humano y la relación que tiene el poder con nuestra vida. Y para complicarlo más, nadie parece aceptar que a veces se mal emplea, por muy noble que sea la razón para hacerlo. Basta echar un ojo a ciertos personajes históricos que empezaron como revolucionarios y terminaron como dictadores. A  veces nos subimos al ladrillo de la jerarquía y olvidamos que sólo somos una parte de un todo, de un equipo de trabajo, de una familia, de una sociedad, y que si tenemos en ese instante la oportunidad de dirigir, no nos queda más que hacerlo por el bien común. Básicamente se trata de emplear nuestra habilidad de persuasión, que al final tiene mucho que ver con el poder, en pro de inducir a quienes nos rodean a asumir las riendas de sus trincheras. 


Javier Navarrete, amigo y coach en liderazgo, me ha llevado a re-cuestionarme mis propias ideas sobre lo que es un líder, una de sus recomendaciones fue leer el libro “El Líder que no tenía cargo”. Es una obra escrita por Robin Sharma, quien desde su firma atiende clientes como la NASA, GE, NIKE, FedEx, Microsoft, entre otros, plantea que “todos necesitamos empezar a ejercer el liderazgo, independientemente de cuál sea nuestro cargo. Decir que no tienes un puesto elevado y por tanto no tienes porqué considerarte responsable de los resultados ya no es una excusa”. Pareciera que el enfoque es puramente empresarial, pero va mucho más allá, en todos los escenarios tocamos a diferentes personas con nuestras directrices, por lo que cuidar aquello que promovemos resulta trascendental; pero también lo es la obligación que todos tenemos de responsabilizarnos de nuestras propuestas y acciones en lugar de señalar al líder como único culpable. 


La cosa empeora cuando indirectamente relacionamos al poder con el control; en esos fatídicos estados, queremos controlarlo todo, quizá porque equivocadamente creemos que nuestra “posición” nos los permite. En realidad, asumir el liderazgo es compartir el poder para así hacer que todos crezcamos, por lo que no hay manera de escapar de la obligación que tenemos de hacer que los demás florezcan desde donde estemos; como empresarios, padres de familia, pareja, amigos, políticos, maestros, etc.  ¿Será que todos pasamos por esos embriagamientos de poder? La respuesta la tienen aquellos a los que guiamos, ellos saben si nos hemos pasado de la raya, si se nos perdió la humildad o si, por el contrario, promovimos su propio dominio, ese que ni ellos mismos sabían que tenían. 


Me parece que las mejores facetas que podemos tener como líderes surgen cuando nos volvemos ejemplo para nuestros hijos, cuando nuestros amigos o parejas se sienten escuchados e impulsados o cuando nuestros colegas se saben apoyados. No importa qué título social o profesional tengamos, si logramos comprender que afuera de nosotros nada está bajo nuestro control, y por lo tanto, tampoco nadie lo está, podremos entender que el ladrillo al que nos subimos es un mero oasis. 


Ayuda recordar que estamos de paso, que los títulos naturales como “hijos” o “padres”, se quedan aquí; cuando nuestra vida termine, sólo quedaremos en el recuerdo y en la vida de aquellos a quienes tocamos. ¡Ese es el verdadero poder!.

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