El vuelo de las catarinas

Había una vez dos catarinas a las que les gustaba mucho volar juntas. Pasaban el día de hoja en hoja comiendo y tomando el sol mientras recorrían grandes prados. Habían escuchado de un lugar lejano en dónde había una laguna primorosa, a veces hablaban sobre ella y sobre lo emocionante que sería verla. Un día, pasó por allí una libélula que volaba rápidamente;  al verlas , se detuvo a charlar con ellas, les contó sobre el brillante reflejo del sol tocando la laguna y de cómo se podía ver ella misma volando sobre el agua como si fuera un espejo; les advirtió que estaba muy lejos y al despedirse, animada les sugirió: – Tal vez si volaran más rápido, un día podrían acompañarme.

Una de las catarinas no  le hizo caso, “ellas eran catarinas, no libélulas” volar rápido era estresante, pero la otra ya soñaba con estar en ese lugar; comenzó a comer más rápido, descansaba menos, tomaba menos el sol y apresuraba a la otra a hacer lo mismo. Al principio, la otra catarina le siguió el paso, pero no era lo que ella quería, así que al pasar de los días, se sentía agotada, infeliz y muy hambrienta, ¡nunca le daba tiempo de comer!. Harta, se sentó a hablar con su amiga: – es que ya no puedo más, tú vas volando de aquí para allá y yo no puedo descansar, ¿qué no te cansas?, ¿has dejado de disfrutar del sol?, ¿por qué quieres volar en otro lugar?. Yo no puedo seguir así; además, ¡las libélulas son diferentes a las catarinas!. Su amiga le respondió: – es que yo sí quiero ir a a la laguna, claro que me encanta el sol, pero lo que estoy haciendo es entrenar para volar más rápido,  por eso me levanto más temprano y lo veo salir al amanecer, mientras tú estás tomando aire para descamar, yo estoy disfrutando su calor; ¡sí me canso!, pero cuando yo ya terminé, tú apenas empiezas.  

Las catarinas comprendieron que querían cosas diferentes y que eso estaba bien, una debía ser organizada para llegar a la laguna, y la otra quería disfrutar el sol de su prado cada mañana; de lo que sí estaban seguras es de que no podían seguir volando juntas. 

Se despidieron con un fuerte abrazo y dejaron que las mañanas y los días corrieran a diferentes ritmos para ambas.

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