La Belleza de la Imperfección está en la Aceptación

Tendemos a asociar la perfección a imágenes de hombres y mujeres con perfiles de revistas y pasarelas. Cuerpos torneados, largas cabelleras y sonrisas de encanto, se levantan como los estereotipos aceptados. Sin embargo, aún en una industria que se orienta en el exterior, destacan “imperfecciones” como la edad de Daphne Selfe, el vitiligo de Winnie Harlow o la prótesis de Jack Eyers. Me atrevo a decir que nos atraen los seres imperfectos porque parecen ser más reales, después de todo, todos somos imperfectos y estar cerca de quienes se aceptaron como tal nos hace sentir más cómodos. Me pregunto entonces ¿por qué fingimos ser perfectos? Si la vida no es perfecta, ¿por qué pensamos que las personas debemos serlo? o ¿por qué no aceptamos que no sólo somos blancos o negros? Estamos llenos de matices y por eso, si de negro o blanco se tratara,  en la vida debemos aceptar los diferentes grises. 

En este sentido, con orgullo admito que abrazo el gris; me gusta la gente que se sabe imperfecta y que acepta las imperfecciones. De acuerdo al diccionario, imperfección es un “pequeño fallo de una cosa o persona”; lo que considero erróneo de la definición, es que está hecha para las cerámicas, relojes o computadoras, no para la personas; las personas somos imperfectas perse, dado que la perfección es una ilusión impuesta desde contextos diversos; ese “error” ha causado que nos impongamos absurdos estándares o que carguemos nuestras relaciones de falsas expectativas. Pero para algunas personas, el asunto está más claro, como para Ashikaga Yoshimasa, el Shogun, –un título japonés que designaba literalmente al “comandante en jefe para la destrucción de los bárbaros”–, quien en el siglo XV mandó reparar a China sus dos tazones de té favoritos, el resultado no fue de su agrado y fueron los artesanos japoneses quienes lograron dos objetos hermosos que honraron el deseo de preservar. Éste fue el origen del Kintsugi, –carpintería de oro– el arte japonés que repara lo dañado enalteciendo las imperfecciones; si un objeto se rompe, en lugar de desecharlo; lo unen y pintan de oro, plata o platino las grietas para destacar las imperfecciones; el resultado es tan bonito, como la filosofía que lo sostiene. El planteamiento es que las roturas o los daños cuentan una historia que lo hace único, por lo que las cicatrices del objeto se enaltecen y se muestran en lugar de ocultarlas para manifestar transformación. ¡Qué liberador sería pintar nuestras cicatrices! Así podríamos mostrar errores, estrías, divorcios o depresiones; pero para que funcione debe haber un comandante en jefe que esté dispuesto a quedarse con el objeto dañado y repararlo; ése debemos ser nosotros. Cada uno es responsable de despreciar o buscar entintar con oro lo que nos hace quienes somos. Si todos lo hiciéramos, quizá la búsqueda por “pertenecer” sería en función a sentirse más cómodo consigo mismo, el discurso giraría en torno a ser más cómo somos y no en encajar. 

El Kintsugi me hace pensar que no basta con reconocer nuestras heridas, es necesario sanarlas con todo cuidado, –con lo mejor que tengamos–, para luego mostrarnos orgullosos de lo bello que somos cuando aceptamos nuestras imperfecciones. Empezar con nosotros es un primer paso, pero no es suficiente, ser flexibles con los demás puede representar un gran reto, aceptar que las personas pueden actuar diferente y no por eso estar equivocados, haría que el mundo fuera mucho más simple. Parece que es obvio, pero no siempre actuamos como si lo fuera, criticamos o alejamos a quienes no cumplen con el “deber ser” y al hacerlo, involuntariamente o no, forzamos al mundo a parecerse a nosotros. 

Retomando cómo se ve la imperfección, puede que por fuera los modelos mencionados o los objetos reparados sean hermosos, pero más allá de la estética, la belleza de la imperfección está en la aceptación. Aceptar que hemos sido egoístas o inconstantes, condescendientes, celosos o hasta ladrones, va más allá de aceptarnos ante el espejo. Pero vale la pena… ¡aún las imperfecciones más profundas pueden ser bellas!.

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