Las Acciones Sostienen al Mundo: Nuestro Camino o Dharma y el Arte de Vivir Sin Apego

Tomando mi taller sobre el Gita, un libro de filosofía, mi instructor comenzó uno de los módulos con ésta frase: “las acciones son importantes porque sostienen el mundo”.  ¡Tan simple y tan cierta la cita! La vida, cada uno de nosotros tiene un papel único que cumplir, un conjunto de acciones y decisiones que nos alinean con nuestro propósito más profundo. En la filosofía india, este concepto es conocido como dharma.

En numerosas ocasiones me he preguntado cual es mi propósito, a veces me he perdido y he seguido el dharma de alguien más y sólo el tiempo me ha regresado una y otra vez a mi camino.  Otras, lo he perdido aún sin la influencia de los propósitos ajenos, simplemente, no lo veo. ¿Te ha pasado?, ¿qué hacer entonces para encontrarlo y sostenerlo?. Aquí te dejo algunos principios básicos: 


Actuar Sin Apego al resultado: El Secreto del Dharma

Uno de los principios fundamentales del dharma es aprender a actuar sin apego a los resultados. Esto significa que, aunque es esencial que cumplamos con nuestro propósito, no debemos obsesionarnos con el resultado final. En lugar de centrarnos en lo que vamos a obtener, debemos enfocarnos en el proceso de actuar con integridad.

Mi maestro nos puso éste ejemplo: “Imaginemos el ejemplo de un arquero. El arquero se prepara, apunta y suelta la flecha con la mejor técnica posible, pero una vez que la flecha está en el aire, ya no tiene control sobre lo que sucederá: el viento puede desviar su curso”. De igual manera, en nuestras vidas podemos controlar nuestras acciones, pero no los resultados, así que soltemos nuestras expectativas sobre ellos.

En El hombre en Busca de Sentido ,Viktor Frankl expone  que el apego a cosas externas—bienes materiales, resultados específicos o incluso la misma vida—nos limita. En su obra, Frankl comparte su experiencia en los campos de concentración nazi, donde observa que incluso en medio de circunstancias extremas, los prisioneros lograron encontrar un sentido más profundo en su sufrimiento. ¿Qué mejor ejemplo de la ausencia del apego al resultado que ser un prisionero de un campo de concentración?, pero cómo lo hacemos en nuestro día a día. Sólo haz lo que tienes que hacer.

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El Dharma Personal no tiene que ser perfecto

En nuestra sociedad, es fácil perderse en la comparación con los demás. Las redes sociales impactan más que nunca esta premisa porque nunca como ahora, podemos “ver” lo que hacen los demás. Constantemente nos estamos midiendo según el éxito o los logros de otras personas, lo que puede desviar nuestra atención de lo que realmente debemos hacer. Sin embargo, cada persona tiene un camino único y ahí no hay competencia. Siendo nosotros mismos no hay posible comparación o competencia que ganar, ahí siempre venceremos. Así que cumplir con tu dharma y actuar sin apego no significa que debamos hacer todo perfecto, sino que debemos hacer lo mejor que podamos con lo que tenemos en ese día.  

Elizabeth Gilber, autora de Big Magic, habla extensamente sobre la importancia de actuar desde un lugar de autenticidad sin que la búsqueda de la perfección nos paralice. Gilbert dice: “La perfección no es más que una concha brillante que hemos fabricado para esconder nuestras inseguridades”. Confieso que he incluso pulido esa cocha que solita fabriqué, ahora veo que es perder el tiempo. Hacer lo mejor que puedo hoy es lo más bonito que puedo hacer para alcanzar mi Dharma, tal cuál el famoso lema “sólo por hoy”, me atrevería incluso a ir más lejos: “una acción a la vez”.

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Ejercicio Práctico: Enfrentar las Tareas Sin Drama

Uno de los mejores ejercicios para integrar el dharma en nuestra vida diaria es enfrentar las tareas, tanto las que nos gustan, como las que no nos gustan, sin drama. Es fácil entender ésta intensión en cuanto a las tareas que nos resultan incómodas; claramente se tratar de dejar de añadirle dramatismo innecesario a hacerlo que no nos gusta. El objetivo es parar de quejarnos y simplemente hacer lo que tenemos que hacer porque cuando nos resistimos a hacer algo, le agregamos una carga emocional que solo aumenta nuestra aversión. Pero para mí lo más difícil es quitarle el drama también a  las tareas que amo; porque ahí el drama me domina, ahí me desbordo en romanticismo y exaltación pura, que con el tiempo, es difícil de sostener.. Así que cuando la emoción de las primeras veces va pasando, solemos soltar eso que nos gustaba porque “ya no se siente igual”, queremos que el encuadre telenovelesco aparezca en cada paso que damos y eso es imposible.  El drama no es sostenible, todos nos cansamos de vivirlo, pero no por eso vale alejarnos de nuestro camino hacia el propósito que nos mueve. 

Para entender mejor el asunto del drama, te invito a que leas El Poder del Ahora de  Eckhart Tolle. El libro enseña que cuando no vivimos en el presente, nuestra mente tiende a crear historias, o como lo llama Tolle, «dramas» que agravan cualquier situación, incluso las más simples. Estos «dramas» son construcciones mentales que hacen que las tareas se vuelvan difíciles de sobrellevar.  Al aprender a aceptar el presente sin agregarle dramatismo, actuamos desde un lugar de serenidad, sin la carga de las expectativas o la resistencia.

Además, Tolle destaca la importancia de la observación consciente : aprender a observar nuestros pensamientos y emociones sin identificarnos con ellos. Esta práctica es esencial para romper el ciclo de dramatización de la mente. Al observar cómo creamos problemas mentales de manera innecesaria, podemos comenzar a liberar esa carga y actuar de manera más efectiva, lo que nos lleva a cumplir con nuestro propósito.


Impacto de Nuestras Acciones: Un Eco en el Mundo

Por otro lado, todo lo que hacemos nos impacta directamente, pero también impacta a los demás y debemos encontrar la proporción de este hecho. Porque si bien es cierto que nuestros pasos deben llevarnos a seguir nuestro camino, también es cierto que ver a los otros agrega un factor importante a la ecuación. Por ejemplo, si revisamos la etiqueta de un producto que no aporta salud a nuestro cuerpo, y aún así lo compramos, el impacto es claramente personal, pero si ponemos nuestro coche obstruyendo la salida de otros autos estacionados en el mismo supermercado, la compra de ése producto no sólo impactó nuestra salud.   Este es un sencillo ejemplo de cómo nuestras acciones trascienden lo individual y se expanden, pero puede llegar a ser sumamente complejo. La tragedia de los comunes es un concepto popularizado por el ecologista Garrett Hardin en su famoso ensayo de 1968 titulado « The Tragedy of the Commons «. La idea central de esta teoría es que cuando los individuos, actuando en su propio interés y sin regulación, explotan un recurso compartido (o «común»), ese recurso tiende a ser sobreutilizado y finalmente se agota, causando un daño irreversible para todos. Probablemente casi todos los problemas mundiales tendrían otra dimensión si lográramos tener más clara la línea entre lo que deseo (el fin justifica los medios) y el impacto que mis acciones tendrán. 


Cumplir con tu Dharma para Sostener el Mundo

Alejarnos de nuestro propósito o Dharma nos aleja también de una obligación que tenemos con el mundo: hacer lo que venimos a hacer. El cuento de James Aggrey: “El águila que no quería volar” ilustra el conflicto de no cumplir con nuestro Dharma. En la sinopsis de la obra encontramos que “un hombre va a la montaña a cazar un pájaro para tenerlo en su casa. Encuentra un aguilucho, que cría en el corral de las gallinas como una más. Al cabo de unos años, se presenta un sabio y, al ver al águila, le indica que aquel pájaro no es una gallina, sino que es un águila. El hombre le contesta que sí, que él sabe que es un águila, pero que su comportamiento es el de una gallina porque ha sido criada como tal. El sabio le propone poner a prueba al águila para demostrarle que está equivocado. Intento que fracasó varias veces, hasta que, en la última prueba, en la montaña y mirando al sol, el águila se reconoce a sí misma, elevándose majestuosa en el cielo.

Me parece fabuloso cómo en el cuento podemos encontrar al granjero como culpable o podemos alegrarnos de que el sabio llegó e intervino a favor del águila; sin embargo, fue trabajo del ave buscar dentro de sí para volar y cumplir su propósito. Podemos concluir que es malo ser gallina o que fue fácil emprender el vuelo, pero ni una cosa ni la otra es cierta. Cada ser tiene un propósito y para encontrarlo, hay que hacer el trabajo que se nos presenta cada día. Hay que tomar acción sin drama y hay que saber sostener nuestro propósito por muchas veces que debamos subir a la montaña.

Fuentes: 

  • El Bhagavad Gita
  • El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl.
  • La gran magia de Elizabeth Gilbert.
  • El poder del ahora de Eckhart Tolle.
  • La tragedia de los comunes de Garrett Hardin.
  • El águila que no quería volar de James Aggrey.

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