
Hace meses escribí: El Éxito no Sólo es Cuestión de Suerte. En esa ocasión abordé el síndrome del impostor y la importancia que tiene creernos que lo que hemos logrado, ha sido producto de nuestras habilidades y esfuerzo. Meses después de este escrito lo creo con mayor firmeza; el camino que estoy tomando ahora, tanto en lo creativo como en lo profesional o personal me deja claro que las habilidades acumuladas a lo largo de mi vida me han preparado para este momento. Es cierto que la suerte nos tiende la mano de repente, pero de nada sirven esos golpes del destino si no estamos preparados.
Claramente no hay una fórmula universal para el éxito; la razón es simple: es distinto para cada persona. Mientras que para unos viene con el dinero o la fama; para otros está ligado a la paz, otros lo relacionan con enseñar, y otros con aprender; para un buen número de personas tiene que ver con formar una familia tradicional, y para otros está ligado a la individualidad. No cabe duda que el éxito es una mezcla para la que vamos agregando ingredientes de forma muy personal. Con el paso del tiempo he ido formando mi propia fórmula:
micro éxitos a la infinita potencia + aceptación al fracaso + red de apoyo
Dentro de los microéxitos están implícitos el trabajo, la pasión, la disciplina y la constancia. El microéxito también es importante porque nos sitúa en el hoy; concentrados en el ahora podemos ser asertivos y enfocados, a la larga, logros pequeños, serán parte de nuestro gran éxito, -cualquiera que éste sea para nosotros-. La contraparte del microéxito es esa visión lejana de que cuando suceda tal o cual cosa, le pondremos el título del éxito; no tiene nada de malo tener visión, pero si la visión del futuro nos aleja del hoy, nos aleja también del mañana. Por otro lado, ignorar esos logros “pequeños”, nos desmotiva; porque si esperamos aplaudirnos o gozarlos cuando “lo grande” sucede, nos quedamos sin gasolina emocional muy pronto. Por otra lado, la aceptación al fracaso es crucial para soltar y aprender; dejar ir lo que no nos nos funcionó, y aprender de la experiencia nos evitará aferrarnos o vivir atrapados en la nostalgia de una buena etapa, ¿por qué no dejamos de aferrarnos a ellas y mejor soltamos cuerdas para ir por lo que sigue?; por último, pero no menos importante: nuestra red. Nuestra red de apoyo es la suma de personas: familia, amigos, coaches, alianzas, organizaciones, clientes, mentores, etc, que suman; porque todo aquel que piense que puede solo, ya perdió la mitad de las oportunidades.
Sin duda el éxito es un concepto muy personal, pero para dimensionarlo ayuda rodearte de personas que lo han alcanzado, son como un faro que nos ayuda a retomar el camino cuando sentimos que andamos perdidos. Así me sucedió con la conversación que tuve con el Chef Leo, me contó un poco de su vida, de cómo empezó en el competido mundo de la gastronomía, la organización de eventos y la industria restaurantera; lo que vino después de su primer fracaso empresarial, su vena altruista y sobre haber padecido cáncer. Fue una grata experiencia compartir con él un cafecito, mientras escuchaba su historia; es difícil resumir lo que me llevo de esa charla porque son muchísimas reflexiones. Leo ha trabajado arduamente para estar donde está, y seguramente lo seguirá haciendo porque se le nota la pasión que lo mueve. Al oirlo pensé que empata muy bien con lo que para mí es el éxito: tuvo mucho microéxitos como resultado de su pasión y constancia; aprendió a aceptar el fracaso y sabe reconocer y agradecer el impulso de su red de apoyo.
Es maravilloso encontrar gente así. Me dejó claro que el éxito puede ser muy brillante por fuera, pero si la luz no viene de adentro, la oscuridad de lo que sucede afuera la puede opacar.