Las personas que cambian al mundo siempre nos causan admiración. Nos gustan las historias de quienes logran sus objetivos contra todo pronóstico; o de aquellos que se levantaron contra la injusticia o el statu quo; tienen varios nombres: locos, revolucionarios, alborotadores. A mí me gusta llamarles rebeldes.
Me pregunto entonces ¿por qué la sociedad en general sentencia a los que piensan diferente?, ¿por qué si nos sentimos tan atraídos por la fuerza de esos seres, no somos capaces de la aplaudir su rebeldía?
Existen libros, tratados, ensayos e investigaciones sobre el perfil de estas personas, porque pese a lo que podemos sentir cuando uno de estos rebeldes nos desafía, nos encantaría tener su fuerza, valentía o visión para dar los pasos necesarios, aun cuando el mundo nos dice lo contrario. Me pregunto: ¿quiénes son aquellos que deberían potenciarlos? Me siento enormemente afortunada de haber crecido en un entorno familiar con mucha libertad, los adultos que me rodearon supieron brindarme el entorno donde me sentía cómoda aportando mis ideas. Si bien es cierto que no tenía el perfil de rebelde, admito que fue creciendo gracias a los tres elementos básicos que la activista Brittany Packnet identifica para desarrollar la confianza personal: “comunidad, curiosidad y permiso”. Sin embargo, la libertad que me daban en casa no era la misma que recibía en el colegio; a pesar de tener excelentes maestros, no fue sino hasta la universidad donde se me permitió “ser”. Estos años de mamá y maestra que llevo a cuestas, me hacen pensar que tristemente las cosas no han cambiado mucho; el sistema que rodea a la mayoría de nuestros jóvenes es restrictivo y alienta muy poco la creatividad mientras señala a los que no “encajan”. Papás y maestros invadimos casas y salones con reglas, mientras que por otro lado, les pedimos a las generaciones ser detonadores. Ken Robinson escritor, conferencista y asesor internacional sobre educación, se dedicó a abordar temas como la creatividad, la calidad de la enseñanza, la innovación y los recursos humanos. Plantea que “la mayoría de los estudiantes nunca llegan a explorar todas sus capacidades e intereses; incluso aquellos cuya mente funciona de forma diferente, pueden sentirse totalmente ajenos a la cultura educacional”. Esto tiene que ver con estos “rebeldes” de los que estoy hablando, porque son s precisamente a ellos, a los que no encajan en el sistema, a los que les ponemos más dificultades y quienes muchas veces terminan por mostrarnos el camino. Sin embargo, sería injusto culpar únicamente al engranaje educativo sin admitir que como padres de familia tampoco tenemos muy claro cómo hacer que nuestros hijos ubiquen el punto de encuentro entre las aptitudes y sus inclinaciones personales. Por eso me parecen increíbles quienes pese a todo ello, se muestran valientes; al respecto la Enciclopedia de Rebeldes, publicada por Novelty Ediciones, explica que han sido “esclavos, soldados o simples seres humanos que se levantaron para decir “no” a la opresión; pensadores y escritores que lucharon contra la desigualdad o la injusticia; científicos y artistas que cuestionaron los principios y rechazaron los límites”. Quizá podemos empezar por admitir, que independientemente de estar o no de acuerdo con sus posturas, siempre hemos admirado a aquellos que logran ser fieles a sus creencias de modo tal, que influyen en cómo vemos al mundo.
Para bien o para mal, no todos somos inventores, premios nobel o famosos creativos; pero aún en escenarios más mundanos, señalamos a los que piensan y actúan distinto: a los que se visten diferente, a los que tienen otras preferencias, a los que no paran de hablar o no dejan de moverse, a los que ríen mucho, hablan poco, preguntan, no les gusta la maternidad, deciden no casarse, se divorcian, desobedecen, etc., podemos llegar a ser muy rudos para juzgar a los que se atreven a actuar distinto. Al respecto me topé con la cita de Víctor Hugo: “No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”; y me dejó pensando que tal vez lo que nos molesta de los rebeldes es que sus ideas terminaron por llegar a tiempo y las nuestras no. Con todo y todo, desafortunadamente todavía los rebeldes sufren de una devaluación –una disminución de valor– ya sea porque les tenemos miedo, o porque no siempre sus actos de rebeldía tiene un mensaje, propósito o enfoque.
Retomando que los rebeldes son un tipo de super héroe, mi versión favorita de Batman es la película “Batman Inicia”, porque se enfrenta a sus miedos, rechaza unirse al lado oscuro de su corazón, el orden establecido lo persigue y con la ayuda de otros nace un súper héroe pese a no tener súper poderes; la mejor frase de la película para mi es: “lo que nos define es lo que hacemos”. Así que, si no tenemos la vena rebelde, no pasa nada, no todos podemos ser Batman, –alguien tiene que diseñar el batimóvil–; pero no desalentemos a quienes sí la tienen; después de todo, nos caigan bien o no, los rebeldes cambian al mundo.