Mujeres Juntas, ¿Sólo Difuntas?

Las mujeres nos hemos  tomado muy a pecho  la frase atribuida a Julio Cesar de “divide y vencerás”. Somos hasta famosas por la tendencia de separarnos en lugar de trabajar juntas. El mundo por otro lado, entendió muy pronto que juntas somos prácticamente invencibles, pero también notó que nosotras seguimos optando por separarnos en lugar de unirnos, tan es así que esta tendencia ha pasado a la cultura popular, como con el dicho mexicano de “mujeres juntas sólo difuntas”.

Nos pasa en todos los contextos, a veces esas mujeres que un día fueron super cercanas a nosotras, se comportan como perfectas desconocidas; u otras, con las que jamás hemos cruzado palabra, nos señalan o etiquetan sin siquiera conocernos. Me ha pasado varias veces, en uno de mis trabajos por ejemplo, llegué como la nueva a un lugar en donde los lazos de amistad y profesionales, estaban fuertemente arraigados; si bien al principio no me fue fácil  pertenecer de manera auténtica, tampoco puedo decir que me trataran mal; pero sí notaba cierta tensión en el ambiente, eventualmente formé lazos profundisimos de amistad con muchas mujeres del grupo, y ellas mismas me confirmaron que al principio pusieron una barrera por mi forma de desenvolverme, “pensamos que te creías mucho” me dijeron. Creo que todas lo hemos vivido, o hemos observado cómo se señala a otra, y en ocasiones, no hacemos nada al respecto. En el estudio “Reflexiones sobre las relaciones conflictivas entre compañeras y los retos para alcanzar acuerdos políticos” elaborado por la extraordinaria antropóloga mexicana Martha Lamas, se afirma que: 

Las mujeres podemos ser las mejores amigas en el espacio privado, y al mismo tiempo, las peores enemigas en el espacio público. Esta conducta tiene una curiosa excepción: con las mujeres que están en una situación de desventaja, tienen un puesto de mucha menor categoría, o pertenecen a una clase social más baja, solemos ser generosas. En cambio, cuando se trata de pares, de “iguales” dentro de la organización, arrecian los problemas. También aumentan los conflictos cuando alguna se distingue, o cuando es promovida o elegida para un cargo.

¡Que fuerte! parece que podemos ser “muy lindas” con aquellas a las que no consideramos como iguales, o con quienes no nos superan; pero si notamos lo contrario, sacamos las uñas, por eso nuestra fama de que no podemos trabajar juntas.  Lamentablemente también sucede en ambientes fuera de la vida laboral, me llama la atención que cuando un hombre es infiel, la culpable siempre es “la otra”, como si el inocente palomito fuera él; o cuando un grupo de “amigas” señalan a otra que no está presente y nadie levanta la mano para defenderla. Me parece que estas actitudes tienen que ver con el hecho de que las mujeres nos hacemos más confidencias de las que se hacen lo  hombres, por eso, a veces se nos nubla el juicio y no sabemos separar los distintos tipos de relaciones que podemos tener con otras féminas, ya lo decía una de mis amigas: “hay amigas para todo”, y sí, el meollo es entenderlo. En todo caso, me parece un desperdicio no aprovechar esa poderosa fuerza que nos une, independientemente de si nos caemos muy bien. 

Pero lo que más me indigna es que se generalice, hay mujeres extraordinariamente solidarias que sin un ápice de duda apoyan y defienden a otras, tengo la fortuna de contar con amigas así y me propongo ser una de ellas. Estoy firmemente convencida del poder femenino, mucho más convencida estoy de que ese poder se multiplica por mil cuando tenemos como aliadas a otras mujeres, después de todo, ¿quién mejor que otra mujer para entender lo difícil de nuestros múltiples roles?, ¿quién mejor que otra mujer para mostrarnos el camino y advertirnos de los peligros? En verdad creo que mientras nos sigamos haciendo la vida difícil entre nosotras, todas pagaremos los platos rotos. 

Habría que discutir el porqué pese a que todas nos molesta ser señaladas como “difíciles”, pocas repelamos. Creo que se debe a que algunas aprendemos a expresar clara y directamente nuestra inconformidad al respecto, mientras que otras repetimos conductas aprendidas respecto a la feminidad; es decir, camuflajeamos el enojo y lo convertimos en resistencia para mantenernos más femeninas, así que cuando aparece un conflicto, en lugar de enfrentarlo de frente, somos evasivas y parecemos manipuladoras. No sólo lo hacemos con el sexo opuesto, también nos comportamos así con otras mujeres. ¿Qué pasaría si abordaramos dicho conflicto de frente en lugar de quererlo resolver por medio del chisme? Estoy segura que las relaciones personales y de trabajo serían más fáciles entre nosotras. También estoy segura que tendríamos más certeza de qué tipo de relación tenemos, porque así como otras mujeres nos pueden potenciar infinitamente, también es cierto que una relación falsa con otra mujer puede destruirnos.

Como muestra un botón, les comparto mi historia al respecto de dos mujeres con la que trabajé y con las que ahora tengo la fortuna de contar con ellas como amigas:

Había una vez tres mujeres a las que las circunstancias las hicieron trabajar juntas. Tenían mucho en común: eran fuertes, decididas y muy directas. Sin embargo, las expectativas laborales insistieron en ponerlas en conflicto. Afortunadamente, las tres estaban cansadas del mito que rodeaba a las mujeres sobre que no pueden trabajar juntas, así que cuando los problemas se siguieron presentando, las tres se sentaron a enfrentarlo. No estuvo bonito al principio, pero se dieron cuenta que querían lo mismo: dar lo mejor que tenían. 

Estoy segura que todas queremos dar lo mejor que tenemos, hacerlo en solitario es mucho más difícil. Dejemos de hacer bandos. No olvidemos que no se ha alcanzado la equidad de género y que para seguir luchando contra las muchas injusticias a las que nos enfrentamos, es mejor hacerlo juntas. Es una vil mentira que las  Mujeres Juntas, Sólo Difuntas. Las mujeres juntas hemos cambiado al mundo y lo seguiremos haciendo, solo nos falta recordar que  ¡todas estamos del mismo lado!.

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