No cabe duda que los mexicanos somos famosos por nuestras fiestas. Tenemos las nacionales, -como el día de muertos o la independencia-, o famosos festejos “locales” como la oaxaqueña Guelaguetza, los Carnavales de Veracruz o Mazatlán, la Pelea de Tigres en Guerrero, la Fiesta de los Sayones en Morelos, entre muchos otros. Eso sin contar las tradiciones como la rosca de reyes, las posadas, las graduaciones o los quince años. El mariachi, la banda, los tríos y ahora los DJ nos acompañan mientras celebramos lo que sea que toque, la cosa es que nos encanta festejar, ¿de donde viene ese deseo?, ¿porque buscamos cualquier pretexto?.
En mi caso viene de las ganas de compartir, de demostrar mi cariño o de celebrar la vida. Aunque cada uno festeja diferente, solemos usar los festejos como principios o cierres, pero lo que es seguro es que cuando compartimos la alegría, la sentimos muchas veces. Mi amiga Male, dueña de Celebra Tehuacán, me hizo notar que hay dos tipos de goces en este sentido: el que sentimos cuando estamos organizando algo para alguien más y el que sentimos cuando nos auto festejamos; me hizo reflexionar sobre que planear cada detalle para quien nos importa nos llena de emoción,-es otra forma de decir te quiero-; auto celebrarse por otro lado, puede que nos cueste más trabajo. Quizá ayudaría tener en cuenta que las celebraciones tienen mucho más contextos que las fiestas, por ejemplo, esta publicación es un festejo: el 20 siempre ha sido un número especial para mi, nací un día 20, el 2020 me ha llevado a varios puertos, -uno de ellos es la publicación de este blog-, y éste es mi artículo número 20. Así que una celebración puede venir envuelta de diversas formas, el asunto es preguntarnos ¿de qué se trata la vida si no nos damos permiso de celebrar nuestras batallas?. Pero no nos confundamos, el vocablo “celebrar” tiene su origen en el latín “celebrare”, que significa “acción de reunirse”, por lo que si tratáramos de acotarlo, requerimos reunirnos para celebrar, sin embargo, me topé con que el Dr. BJ Ford, ha sido investigador por más de 20 años de la Universidad de Stanford, su método Tiny Habits establece que ocurre un nuevo comportamiento cuando se juntan tres elementos: “motivación, habilidad y una pauta”; explica que “una cosa que realmente ayuda a mantener los hábitos de los principiantes es celebrarlos”. Afirma que “el poder de la celebración puede conectar nuevos comportamientos en nuestras vidas y hacernos sentir bien en el proceso”, Su frase más contundente, -desde mi punto de vista-, dicta que “las emociones crean hábitos”. Así que regalarnos una sonrisa en el espejo por habernos levantarnos temprano puede ser un festejo, darnos ese pequeño gusto o escribir nuestro rincón favorito pueden ser otros; pero estamos tan acostumbrados a decirnos lo que hacemos mal en lugar de reconocernos por lo que hacemos bien, que nos olvidamos de disfrutar con mayor conciencia de aquello que nos cuesta lograr.
Por otro lado, las celebraciones tienen varias funciones sociales: sirven como recordatorios y promotores de nuestra cultura, nos afianzan a nuestros grupos sociales, permiten que aprendamos a comportarnos y a ir descubriendo nuestra personalidad; nos permiten que trabajar arduamente tenga sentido o nos dan permiso de desconectarnos para seguir creando. No es tan importante cómo lo hagamos, el punto es recordarnos que festejar nos trae felicidad.
Así que la próxima vez que dudemos en reconocernos por ese pequeño logro o ese gran suceso, saquemos de nuestra vena mexicana la música y la fiesta, porque más allá del presupuesto o de la aprobación de los menos entusiastas, ¡Qué bonito es celebrar!