Descubrí que el conocimiento a veces puede ser una carga; no digo en lo absoluto que aprender no sirva, al contrario, es uno de los pilares para nuestro sano desarrollo; pero creo que la academia sirve para tener las bases y conocer las reglas, para después romperlas. De esto hablé con los artistas Ariadne Nenclares y Samuel García, los dos dominaron la técnica para luego crear sus propias expresiones artísticas.
Mucho más allá de los términos artísticos, todos tenemos la oportunidad de romper las normas, y no porque éstas sean malas, sino porque nada es definitivo, la imaginación humana es la única cosa que ha definido qué es un empresa, qué es un matrimonio o qué es una religión, así que si nuestra mente puede crear lo que queramos, y darle forma fuera de ella, también puede replantearse conceptos para crear otros nuevos. En todos los ámbitos existen los eruditos o innovadores que se han preguntado cómo hacer para crear, ¿te imaginas que nuestra filosofía para aprender fuera la de crear y no la de seguir?, no sólo el mundo sería mucho más productivo o justo, sino que también seríamos más libres. Pero lamentablemente, pasamos demasiado tiempo aprendiendo las reglas, luego viviendo para seguirlas y poco hacemos para respondernos si en verdad nos acomoda hacerlo de esa manera. En mi caso, mis papás me dieron la libertad de decir que no desde niña, nunca fue un conflicto que yo pensara diferente, sin embargo, se esperaba de mí que me comportara de acuerdo a las reglas, no es que me queje o que yo haya actuado diferente, cuando me tocó ser mamá, también les enseñé a mis hijos el “deber ser”, “saluda, di por favor y gracias, no eructes, lávate las manos, etc.”. Y es que hay reglas que nos permiten vivir en sociedad, qué bueno que existen, pero vivir siguiéndolas en todos los sentidos no nos hacen más que una copia calca de otros. Hay que atrevernos a hacer nuestras propias reglas, y eso no significa que queramos volver a la era de piedra, o que no estemos de acuerdo con el bien común, significa que aunque lo parezca, no todo está escrito.
He sido maestra por más de 20 años, me llevó algo de tiempo descubrir que no se trata de únicamente enseñar lo que ya está dicho, sino de sembrar la semilla del querer hacer algo diferente, pero en términos generales, en las aulas sobrevaloramos la obediencia, reprimimos a los que nos confrontan; tampoco es cierto que todo alumno que no siga las reglas quiere crear nuevas; es más, me atrevería a decir que sólo aquellos que las dominan son capaces de proponer verdaderas reformas. Por eso insisto en que el conocimiento puede ser una carga porque si nos creemos por ejemplo a la biblia, la constitución o a los reglamentos escolares como leyes inamovibles, no podemos crecer, ni como persona ni como sociedad.
Puede ser que lo que nos suceda alrededor de no romper las reglas sea las consecuencias que habrá al romperlas; puede que nos de miedo vernos diferente, ser juzgados o no encajar, pero ¿qué pasa cuando no le tememos a eso, y nuestro único freno somos nosotros mismos? Hace un par de meses, estuve coacheada por una ex alumna, ahora ella es Health Coach y me ayudó a desatorar algunas ideas que tenía sobre mi misma y mis rutinas; fue una delicia, en nuestra última sesión me preguntó si me cuesta romper las reglas, respondí fácilmente que no, pero su segunda pregunta me dejó helada ¿te cuesta romper TUS propias reglas?, ¡auch!, sin mucho que pensar, contesté que sí; sí me cuesta trabajo romper mis propias reglas.
Así que volviendo al que el conocimiento puede ser una carga, me pregunto, ¿de qué sirve aprender si no es para crear?, y ¿de qué sirve crear si cuando lo hacemos se vuelve en una regla más?. El debate es infinito, claro está, pero en mi defensa, me gusta pensar que he creado una serie de reglas como consecuencia de haber roto casi todas; lo que quizá deba recordarme frecuentemente, es que ni yo tengo por qué aferrarme a ellas.