Mi Encuentro con el Machismo y el Feminismo
Vengo de una figura masculina convenientemente machista. Mi papá me enseñó a pararme frente a cualquier hombre o mujer y dar mi opinión, pero también fue el clásico hombre de su tiempo: proveedor, trabajador y presente en la vida familiar, pero ajeno a las labores del hogar.
Era un hombre que cocinaba, lavaba platos los fines de semana y no esperaba ser servido primero en la mesa. Sin embargo, sí salía con sus amigos mientras mi mamá se quedaba en casa y sus errores le fueron perdonados porque «es hombre».
Mi encuentro con el machismo y el feminismo fue entonces bizarro:
- Un padre que me dio voz, pero también un modelo tradicional.
- Una madre económicamente independiente, pero atada a las reglas sociales que exigían el doble esfuerzo a las mujeres.
El Costo del Poder Femenino Tradicional
Las mujeres de mi familia, como muchas otras, asumieron el peso de los roles dobles:
- Trabajaban fuera de casa.
- Mantenían impecables sus hogares.
- Criaban hijos con horarios extenuantes.
No había tiempo para la introspección. Siempre estaban cansadas, poco presentes y desconectadas de sí mismas.
Sin planearlo mucho, supe que no quería ese tipo de poder femenino. Rompí con la narrativa de mi generación, donde ya no era bien visto quedarse en casa, y decidí quedarme con mis dos primeros hijos.
Pero, al igual que mis ancestras, pagué el precio:
- Perdí independencia económica (al menos temporalmente).
- Sentí la carencia de dejar mi proyecto profesional.
- Me vi en la necesidad de defender mis aportaciones en la vida familiar.
Por eso lo sé en carne propia: no se puede ganar la partida si seguimos pretendiendo hacerlo todo. Tenemos que soltar una parte y no sentirnos culpables por ello.
¿Quién sostiene a las mujeres?
En todos los contextos donde me he desempeñado, me he topado con mujeres que trabajan fuera de casa y todas, sin excepción, dejaron a sus hijos o familias a cargo de otras mujeres. ¿Es ese del poder femenimo del que hablamos?, no me parece sino una completa transacción entre que la carga pase a manos de otras féminas en lugar de que nuestro papel en la sociedad sea más parejo. ¿Y los hombres?, ¿ los hijos?, ¿el jefe, socio, colaborador?, ¿y las otras mujeres que tampoco ayudan a la causa?. ¿Dónde está el poder social cuando somos nosotras mismas las que cargamos el peso del feminismo?. IMPOSIBLE seguir engañándonos. Si otras mujeres son las que dejan vacíos en sus casas para que otras trabajen y ganen dinero, ¿en qué hemos avanzado cómo género?, ¿no será que nos hemos auto impuesto una carga inmensa las unas a las otras?
La mujer más exitosa profesionalmente hablando que conocí fue mi jefa Zaira , fue su asistente personal en la Universidad Virtual de la Anáhuac (UVA), dirigía la orquesta cuando la educación a distancia era concebida para las grandes empresas. Era exigente, super respuesta y sabía perfectamente lo que quería. Me impresionó su CV, siendo muy jóven dirigía la UVA, había estudiado en Harvard y tenía un estilo bellísimo para vestirse. No noté en ese momento un pequeño detalle: era soltera.;se acercaba a los 40 y sólo con el tiempo noté que sus logros venían seguidos a costa de haber elegido no llevar la doble carga. Obviamente yo quería ser como ella: el gran puesto, gran educación, super sueldo y vivía y trabajaba en Interlomas en la CDMX (amo mi cuidad natal). Cuando estaba por cumplir mis 40 ‘s, noté el abismo de diferencia entre sus elecciones y las mías: yo me fuí por ser mamá y al hablar con ella años después me dijo que sabía que el precio había sido alto pero no estaba dispuesta a ver reducidos sus talentos. ¡Qué fuerte! porque sí, no digan lo que nos digan, la sociedad no está hecha para que desarrollemos pasiones y talentos mientras somos madres, esposas y cuidadoras de la familia en su totalidad. No debería de ser tan pesado, las estructuras empresariales deben ser más flexibles, más adaptadas a la realidad de que el feminismo es cargado por las mujeres y no por el tejido social.
Si el Dinero es Poder, ¿Quién le Paga a las Mujeres?
Si seguimos poniendo el dinero como el eje del poder entre hombres y mujeres, siempre estaremos atrapadas entre la casa y el trabajo.
Si la mujer y la sociedad reconocieran que su labor es indispensable para el bien común, no tendríamos que poner en la mesa que «el hombre manda porque paga».
Pero al mismo tiempo, la independencia económica es clave para frenar los abusos y el pensamiento sexista que sigue vigente tanto en hombres como en mujeres.
¿De dónde debería venir ese pago?
El gobierno: Debería estipular una cuota para el trabajo que las mujeres hacen en casa, tal como cuidar a enfermos, adultos mayores y niños.
Las mujeres mismas: No deberíamos sentirnos culpables por recibir dinero en casa. No tendríamos que decir «me da dinero mi esposo».
La educación de nuevas generaciones: Si un hombre es machista, no nos aliemos con él en primer lugar. Si va a esperar que hagamos el doble rol sin involucrarse, démonos la vuelta.
Las parejas modernas: La equidad empieza desde el hogar. Si formamos una familia, los roles deben ser compartidos sin que la economía sea una herramienta de control.
El lenguaje: Las palabras determinan lo que hacemos. Si seguimos diciendo «ayudar en casa» en vez de «responsabilidad compartida», seguimos reforzando el machismo.
El problema no es trabajar dentro o fuera de casa.
El problema es que cualquier decisión femenina sigue trayendo consecuencias económicas y sociales.
Trabajo No Remunerado y Propiedad: La Brecha Invisible
Hoy se habla de respetar y valorar a la mujer que elige quedarse en casa, pero ¿se remunera ese trabajo?
Hace unos años, enseñé una materia sobre desigualdad de género, y me sorprendió descubrir la brecha en la propiedad y el acceso a bienes:
- Si una mujer no tiene ingresos comprobables, ¿cómo puede ser propietaria de un inmueble?
- ¿Cómo puede pedir un crédito bancario?
- ¿Cómo asegura su estabilidad en caso de separación?
El feminismo no ha ganado la batalla si las mujeres seguimos estando en desventaja en derechos económicos básicos.
¿Por Qué Hay Quienes Niegan Ser Feministas?
Muchas personas dicen «no soy feminista» porque relacionan el feminismo con manifestaciones, pintas y protestas.
Pero esto es un error. El feminismo no es un acto de protesta; es un movimiento social que defiende la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
Ejemplo: En un país predominantemente católico, hay diferentes formas de expresar la fe:
- Ir de rodillas a la Basílica.
- Usar velo para entrar a la iglesia.
- Flagelarse en procesiones.
Si alguien no está de acuerdo con una manifestación extrema de la fe, eso no lo hace menos creyente.
Lo mismo aplica para el feminismo. No se trata de cómo lo practicas, sino de si realmente crees en la igualdad de derechos.
Negar ser feminista es aceptar que hombres y mujeres no deben tener los mismos derechos.
El Feminismo que Quiero para Mis Hijos
En mi casa somos dos mujeres y tres hombres.
A mis hijos varones, los educo para que sean cuidadores y defensores de las mujeres.
Quiero que sean hombres que levanten la voz en espacios donde el machismo sigue siendo aceptado.
Que no se rían ante bromas que minimizan las luchas femeninas.
A mi hija, le deseo una pareja «pareja».
Que la vea y la impulse sin miedo a su fortaleza.
Que entienda que su crecimiento no significa la debilidad del otro.
Ojalá se encuentre con un hombre criado por feministas.
Porque solo cuando hombres y mujeres comprendan las diferencias biológicas sin convertirlas en desigualdades, el 8 de marzo dejará de ser una fecha fatídica y pasará a la historia como lo que debería ser: el cierre de una lucha que algún día dejaremos de necesitar.
Conclusión
- Feminismo es igualdad de derechos, no odio hacia los hombres.
- Los roles de género son una realidad, pero no deben determinar la desigualdad.
- La independencia económica sigue siendo la piedra angular de la equidad de género.
- El lenguaje y la educación son herramientas clave para cambiar la estructura social desde la raíz.
¿Cómo vives tú la relación entre dinero y equidad de género? Te leo en los comentarios.