La creación literaria se asemeja a cualquier otro proyecto: se tiene una idea, se va moldeando, creemos que está lista y si lo leemos tiempo después, nos darán ganas de corregir. Un escrito, requiere muchas correcciones y bocetos, desde mi poquísima experiencia, es un mito que quien escribe se sienta ante una hoja en blanco y la idea fluye sin parar hasta su publicación. Lo mismo nos sucede a nosotros, nos reescribimos constantemente.
Pienso en las muchas ocasiones en las que la vida nos da la oportunidad de reescribirnos; por ejemplo, cuando conocemos a alguien nuevo, cada mañana con nuestras familias, el día que inicia con el alba a la espera de que demos todo de nosotros… o que no lo hagamos. En teoría, la vida pasa y cada instante murió para no repetirse, siendo así, cada esfuerzo o abrazo que damos es el último… pero…afortunadamente, somos una obra en proceso y en cada oportunidad que nos damos de ser una mejor versión es como si tuviéramos frente a nosotros una hoja en blanco. Una forma bellísima de visualizar la idea de que nuestra historia no se termina de contar, ni siquiera cuando morimos, es preguntándole a los nietos sobre sus abuelos fallecidos, sus historias siguen reescribiéndose desde la óptica de aquellos que los llevan en sus corazones. Aún el pasado es re escribible…basta con intentar ahondar en él y buscarle otra interpretación; como dijo Milton Erickson (considerado como uno de los mejores psicólogos del siglo pasado): “nunca es tarde para tener una infancia feliz”; y es que todos somos personajes en una historia que no ha terminado; así que si nos da la gana dejar a un lado un mal hábito, adquirir una habilidad nueva, ser más cultos, más irreverentes o menos gruñones; sí es posible; otro tema es que sea fácil.
El planteamiento sobre ¿qué o para quién escribo mi historia?, sin duda me hizo pensar en mis hijos; quisiera que ellos me recordaran como una mujer que no tenía miedo de reescribirse. En ese camino estoy; así que con el arribo de un nuevo año me cuestiono algunas cosas al respecto : ¿qué quiero que diga mi historia?, ¿qué necesita ser archivado?, ¿qué nuevas ideas podría explorar?, ¿a qué personajes quiero integrar de nuevo?, ¿quienes se quedarán en los capítulos anteriores? Y sobre todo … ¿Qué puedo aportar en la historia de alguien más?
El tema de la reinversión me también me llevó al mito del águila; la idea de la renovación del águila plantea que al llegar a los 40 años debe decidir entre gestionar un proceso de dolorosa transformación, con una duración de cinco meses, o morir. Aquí mi versión literaria de dicha idea:
Había una vez una poderosa águila que volaba alto dominado el cielo. Mientras sus alas sentían el viento sosteniendo su cuerpo emplumado, su potente mirada apuntaba a sus presas; era natural para ella dominar tierra y aire causando la innegable admiración de ambos reinos. Nada podía cambiar su poderío. Ella era la reina del cielo.
Un día, notó que su pico se curveaba apuntando su pecho, no podía cazar con las garras tan apretadas que un día habían sido más flexibles, y sus alas, eran muy pesadas por cargar sus gruesas plumas. Envejecía. – ¡No lo podía creer , pero si apenas cumplía 40 años!, sus ancestros vivieron hasta los 70, pero ella no podía imaginar 30 años más cargando su pesado cuerpo.
Empezó a volar refunfuñando de su suerte sin disfrutar el vuelo; pasaba horas recordando sus mejores tiempos; hablaba con sus presas de lo bella que había sido antes de comerlas y renegaba de haber nacido águila cada mañana. Un día, se posó en lo alto de un peñasco reflexionado sobre su pobre destino, cuando a lo lejos vio a un águila ¡arrancarse su propio pico!, al poner más atención…notó que también se despojaba de sus garras y de una a una de sus plumas. Llena de curiosidad voló hasta donde se encontraba, y le preguntó: ¿pero qué haces? , ¿no te duele ?, ¿acaso estás loca?, ¿porqué te arrancas lo que te hace ser quien eres?, ¿quieres morir?
El ave no parecía sorprendida, condescendientemente le respondió: Claro que me duele, nunca había sentido tal dolor; pero estás plumas, éste pico y estas garras no me hacen lo que soy. ¡Yo las hago a ellas!, llegó el momento de renovarlas, si quiero seguir viviendo, es necesario desprender lo que ya no funciona. Lo mismo té pasará a ti, de nada servirá el enojo, ni la nostalgia, ni la resignación, si no actúas, si tú miedo te domina…morirás.
El miedo del águila del cuento es universal: todos tenemos miedo al cambio, nos aterra que lo conocido cambie, nos incomoda lo incómodo de las transformaciones, está claro que solo quienes actúan a pesar de él, podrán seguir volando. En realidad las águilas no viven hasta los 70 años, ni se despojan voluntariamente de su pico, en cuanto a sus garras y sus plumas sí se renuevan cada año naturalmente, sin embargo, este mito es profundamente gráfico al mostrar lo que en ocasiones significa renovarse: tener miedo y pasar por un periodo de dolor.
Retomando el asunto de escribir nuestra historia, la pregunta clave sería: ¿Qué quiero que cuente mi historia?, ¿seremos el tipo de águila que enfrenta el miedo y el dolor para retomar el vuelo?, ¿renegaremos de nuestra suerte añorando mejores épocas?, ¿qué inspiraremos cuando no estemos? Afortunadamente, no tenemos que tener todas las respuestas, basta con estar abiertos a que nuestra mejor versión se encuentra siempre en movimiento, al fin y al cabo lo único seguro es que todos somos águilas buscando mantener el vuelo.
El miedo del águila del cuento es universal: todos tenemos miedo al cambio, nos aterra que lo conocido cambie, nos incomoda lo incómodo de las transformaciones, está claro que solo quienes actúan a pesar de él, podrán seguir volando. En realidad las águilas no viven hasta los 70 años, ni se despojan voluntariamente de su pico, en cuanto a sus garras y sus plumas sí se renuevan cada año naturalmente, sin embargo, este mito es profundamente gráfico al mostrar lo que en ocasiones significa renovarse: tener miedo y pasar por un periodo de dolor.
Retomando el asunto de escribir nuestra historia, la pregunta clave sería: ¿Qué quiero que cuente mi historia?, ¿seremos el tipo de águila que enfrenta el miedo y el dolor para retomar el vuelo?, ¿renegaremos de nuestra suerte añorando mejores épocas?, ¿qué inspiraremos cuando no estemos? Afortunadamente, no tenemos que tener todas las respuestas, basta con estar abiertos a que nuestra mejor versión se encuentra siempre en movimiento, al fin y al cabo lo único seguro es que todos somos águilas buscando mantener el vuelo.