Nadie quiere ser el malo del cuento

Queremos evitar a toda costa ser el malo del cuento. Piénsalo, evitamos ser los que no se dejan, los que opinan en contra, los que ponen las cosas claras, los que se notan más de la cuenta, o los que cambian las reglas; es cierto, en general existe un genuino rechazo ante ser vistos como inconformes, rudos, agresivos, envidiosos o violentos, – todos calificativos relacionados con los malos-, por eso, en muchas ocasiones navegamos en barcos ajenos con tal de no defender el propio.

Lo sé, porque recientemente me tocó cargar con la etiqueta de “la mala”; al principio me dio mucho coraje y tristeza, pero con el paso de los días confirmé que este título no es más que otro de los cuentos de hadas en los que decidimos creer. Es decir, yo no fui la mala desde mi lado de la historia; intenté hacer las cosas bien una y otra vez, y al final dije que no estaba de acuerdo y puse límites que no agradaron; el resultado fue que sin contar la historia completa, y con una versión manipulada, se me dejó muy mal parada. Me pregunto si eso mismo le habrá pasado al Lobo Feroz de Caperucita, o si la verdadera historia de Cruella es la última versión o la primera; con lo que me acaba de pasar, estoy segura de que ambos fueron “dibujados” desde la óptica de aquellos a los que su presencia les incomodaba.  

En todo caso, el asunto es que no habría por qué etiquetarnos como buenos o malos; al final, ambos espectros viven en cada uno de nosotros, porque así como un Jedi se puede ir al lado oscuro, un Sid puede regresar a la fuerza… Para los que no son fans de Star Wars, lo que quise decir es que tanto la maldad como la bondad habitan dentro de cada uno de nosotros; pero cuando somos etiquetados como “los malos”, ni siquiera es que seamos buenos o no, sino que simplemente fuimos en contra de los intereses de aquellos que  cuentan historias incompletas.

Me queda claro que siempre habrá diferencias y que al intentar subsanarlas, puede que no nos guste el resultado, pero eso no significa que tengamos el derecho de ensuciar el nombre de alguien más. Sin embargo, el aprendizaje va más allá; me pregunto ¿por qué seguimos creyendo que hay bandos?, ¿por qué nos creemos una sola versión como la única verdad?, ¿no sería más justo simplemente escuchar sabiendo que seguramente hay otra historia? La verdad es que casi todos nos dejamos llevar por esa única historia que oímos, que seguramente es contada por alguien a quien conocemos o queremos.  Moraleja personal: la próxima vez que escuche del villano en una historia, me preguntaré qué tendría que decir él o ella al respecto.

Francamente, debo admitir que en el fondo no me molesta ser la mala del cuento, retomando los ejemplos del Lobo Feroz y Cruella, es como si quisiéramos que se disculparan por ser listos o creativos; no ser los malos en ocasiones significa “adecuarnos” a reglas que no nos acomodan, usos y costumbres con las que no estamos de acuerdo, o mantener relaciones en las que no creemos solo por ser parte del show. 

¡No!, me niego rotundamente a jugar esos dobles juegos; mientras la regla universal sea no dañar a nadie, ¿qué más da que se nos etiquete como los malos del cuento?

Miembros

No te pierdas ninguna publicación.